Entre todos los peligros que acechan a la paz del alma, está la humana tendencia de “endiosar” a sus semejantes, de construirse ídolos en los que uno pueda encontrar aquellas virtudes que desea ver en si mismo; eventualmente todos los ídolos muestran sus verdaderos colores y los superhéroes que construimos, terminan chocando con sus (nuestras) debilidades. La voz viajera, que al fin lo comprende, sonríe y juega.