Por alguna razón, y afortunadamente, pasamos toda nuestra vida imaginando, con la capacidad exclusiva explayarnos cuanto queramos en sueños, construyendo ciudades enteras, inmensas, llenas de color.
Eso se ve reflejado en nuestra personalidad y en nuestra manera de transmitir lo que sentimos a los demás. Algunas veces ese brillo es más tenue que otras veces, pero nunca desaparece.
Llegado el momento de abandonarlo todo, solo queda aquello que hemos tocado y allí estaremos siempre en recuerdos ajenos, con lo mejor de nosotros.