Prisionero queda el instante en el que el alma llora a grito ahogado, en su jaula desconsolada y solitaria; apesadumbrado río de impotencia y decadencia en sus lagrimas, sostenido dolor acuña sin piedad su voluntad, alma perdida en los lúgubres pantanos del desconsuelo en un cuerpo que no soporta el lastre de su peso. Orozco manifiesta en una pintura el cuadro descarnado de un tema muy profano para la sensibilidad del espectador, directo estupor en la flagrante intención de no disimular un estado de animo muy conocido por todos, mezquino conjunto poético en la dramaturgia más pura. Su personaje incoherente en el baile de lo estético, simple, descuidado pero respetuosamente metafórico y muy bien logrado el arquetipo de un semblante triste y desolado; ostenta la creatividad en la seducción a la mirada del corazón caritativo y piadoso que encuentra nobleza en este humanoide fútil. Su desnudez roñosa en colorido recuerda a la pobreza, al abandono, al despojo lánguido de un encierro tortuoso y abrumador. Congela en un escenario frió el devenir de un enclave emocional, saturando la atmósfera del perfume trágico de la esencia humana, detallando con certeza la derrota mas prohibida, cortejando la valía de estados anímicos que intentamos desarraigar de nuestro fortín quimérico. Solo este personaje puede ver lo que hay mas allá de su esquina protectora, solo él puede buscar su salvación en el entorno de su territorio obstaculizado vehementemente por su abstracción. Este artista sella su obra con la originalidad, abre la puerta a un mundo en el que no sopesa lo estilizado de las formas ni colores, soluciona el argumento pictórico de manera artesanal sin descuidar el expresionismo moderno, madura el antojo de una pintura bien realizada, destaca la importancia de las artes cuando hoy por hoy se engendran oleos de manera competitiva en un mercado valorado ya no por lo visual sino por lo técnico y comercial, origina un llamado a la compasión, a la nobleza, al despego de razones insustanciales de los tiempos modernos, instaura un denominador común en el espectador haciendo que fluya la reflexión e intercala un suave murmullo de conexión entre la desventura y la belleza. Su pintura me recuerda a los días grises de lluvia, al fallecimiento de la tenue luz de una vela, al llanto desconsolado de un descalzo niño triste, a la soledad de un Quijote en su mundo de ilusión; desmorona con su pincel el laberinto de mi corazón permitiéndome revivir momentos de mi vida que están ahí presos, sombríos, pero que son parte de mí y siempre lo serán, haciéndome aceptarlos como son. Felicito a Hermel por su cruzada y le deseo mucha suerte en ella, en mi ha llegado su mensaje... |