Virtudes Plasticas de un Gran Artista
01 de Diciembre del 2008 a las 15:52:53 0 Leído (633)
LAS VIRTUDES PLÁSTICAS DE UN GRAN ARTISTA: WILFRIDO ORTEGA
Por HUMBERTO VÉLEZ CORONADO*
Asi como se nace zurdo, o ambididiestro, Wilfrido Ortega nació para el arte, dibujante. En virtud de tal decisión, no tuvo que pensarla dos veces, desde cuando su profesor de dibujo y perspectiva, el español Juan Antonio Orrillo empezó a darle las primeras clases en la Escuela de Bellas Artes de Cartagena.
Fue tan impactante la influencia ejercida por el ibérico, en los primeros meses de 1980, que desde entonces por allí, por ese sendero y de mandra exclusiva guió sus pasos, no obstante conocer ya de antemano y aunque en forma incipiente - valga la aclaración - el ancho campo y los infinitos campos de la pintura, puen en la cercana Sincelejo, tuvo la oportunidad de graduarse, incialmente bajo los auspicios de pintores no menos conocidos como Pedro Angel González, Juan Marichal y Fidalgo Díaz, puesto que más pudieron sus deseos de superación, que los cantos de sirena de una plaza de maestro de escuela, que le significaban cierta estabilidad económica.
Sin ocultar - por cuanto es el primero en confesarlo- que tales arranques de independencia, le vienen por parte de la sangre santandereana de su progenitora, ya que se declara mezca de pade chochuano y madre interiorana, que vio la luz por primera vez en la Ciudad Heroica en el año de 1955, sin olvidar también, que de su padre heredó el amor por esos seres simples pero dichosos, que son nuestros hombres del campo, correosos por la dura tarea de trabajar cotidianamente la tarea, pero ala vez sensibles y abiertos a los diarios legados que les brinda el hecho de estar en íntimo contacto con la naturaleza, sin perder de vista tampoco el bálsamo que reciben por cuenta de las actividades folclóricas y de cuyo ejercicio son consumados ejecutantes, convirtiéndose ellos mismos en unos artistas anónimos, pero que por falta de difusión y apoyo, el público en general no tiene la oportunidad de conocer su rico aporte al engrandecimiento de nuestra nacionalidad en términos de originalidad y valores autóctonos, máxime cuando nuestra sociedad se encuentra a merced de la malsana influencia extranjerizante, que impera a diestra y sieniesta en nuestro medio y que tan sólo se queda en la explotación y en el consumismo, sin aportar nada constructivo y valedero.
Y que Wilfrido Ortega ha plasmado en el papel una y otra vez, con renovado entusiasmo, desde cuando por allá a mediados de la década de los ochenta ilustraba las páginas de la revista AUDES, cuya dirección estaba a cargo del antropólogo Manuel Huertas Vergara, ya fallecido y se dedicaban ambos a recorrer los polvorosos caminos de la comarca sucreña a fin de estudiar el comportamiento y las constumbres de nuestros campesinos, en la lucha de todos los días por sacar adelante no sólo los frutos de la parcela sino también a una numerosa prole.
Y que constituyó asimismo el laboratorio social donde nuestro artista agudizó sus habilidades in situ, para capatar con un sorprendente realismo la plasticidad del labriego en su elemento, desde que el sol nace hasta que llega el momento en que se abraza a la noche. Ese trasegar le sirvió indudablemente para enriquecer el acervo de sus creaciones, que se encuentran resagadas en nuestra amplia geografía nacional, en las distintas exposiciones individuales y colectivas que ha realizado en muchas ciudades y auditorios; y en un sinnúmero de motivos y de afiches institucionales con destino a los más importantes eventos folclóricos a nivel de la Costa Caribe colombiana.
Y es así como conversando con el creador de estas obras, entramos las claves acerca del porqué Wilfrido Ortega no le ha llamado la atención en mucha parte la otra cara de la moneda representada por la mancha y la anécdota, por ese vario pinto en donde la pintura figurativista se bifurca en miles de senderos y colores, que confiesa sin arrepentimientos haber practicado poco en su vida profesional, pues ha preferido quedarse en el puerto seguro quue le brinda el lápiz y la tinta, para cuya satisfacción personsal va del crayón a la plumilla y viceversa, según las directrices que le dicte su cotidiano estado de ánimo, sin dejar a un lado la acuarela, pero advirtiendo, que se trata de la acuarela pintada por un dibujante.
En consecuencia, no podía ser más adecuado el ámbito, en el cual se encuentran expuestas hoy las obras de Wilfrido Ortega, con ocasión de su última exposición llevada a cabo dentro del II Encuentro de Fiestas y Saberes Populares, que se realiza en Cartagena de Indias a partir del 1º de Noviembre del año en curso, buscando fortalecer a toda costa la diversidad cultural de la nación colombiana, exaltando los prodigios de la cultura popular, con muestra de bailes, conjuntos folclóricos y tantas otras manifestaciones raizales, dignas de darse a conocer a nivel mundial.
Encajado aquí a la perfección sus plumillas y acuarelas, las cuales en honor a la verdad demuestran un avance y una variación positiva en cuanto a sus volúmenes y trazados con respecto a su obra anterior, sobre todo con su experimento plástico de combinar hábilmente el bodegón con una sensualidad de formas casi eróticas, antes desconocidas en sus cuadros, amén de sus figuras tradicionales con escorzos y planteamientos diferentes que enriquecen el conjunto y que desde ya presagian una nueva etapa en la trayectoria de un gran artista que tiene la virtud de seguir asombrando a sus seguidores.
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