La pintura de Manuela es una catarsís para los ojos, le devuelve dignidad. Sus figuras no están a gusto en el suelo ,son un desafio a los límites,se escapan hacia arriba, no acepta la chata realidad que las asfixias y las vacia.
Sus critales-tan abundantes y sugerentes- tienen el enigma del símbolo pariendo otra dimensión que necesitamos acariciar con la mente.
Su obra sabe a pan tierno dispuesto a la mesa de la belleza para sentir el calor de hogar que dá el ARTE.
Quizá lo que más me gusta de algunos cuadros es su sabor a "Greco": todas sus figuras están ligeras de carga, casi ni pesan, o mejor con su peso juegan para tirar hacia abajo o hacia arriba: el dualismo platónico de nuestra cultura.
Amarillo y negro: color de sueños,del aíre, miajón extremeño.
Amarillo y naranja: esencias cítricas del mediterráneo, lo más fundamental, lo eterno está intentando decirse, explicitarse, contarse: el Misterio del hombre, al cual se acerca sin herirlo.
Manuela muestra una solidaridad enorme con la raza humana, a su realidad se acerca casi de puntillas, la sugiere y la trata con respeto.
Para Manuela la pintura es la palabra con la que mejor se expresa, por eso, por encima del color y la luz está la idea y de su mano, como amante, el símbolo. Todo en su pintura apunta a otra dimensión, la anhela, la sueña, la insinua... !Que pintura tan profundamente ABIERTA¡