YO, MANUELA

31 de Marzo del 2007 a las 21:10:01 3 Leído (547)



Yo, Manuela Castaño, me confieso:
Nací en Salvatierra de los Barros (Badajoz) en el año 1941, y estoy muy orgullosa de todos estos años. En mi vida como en la de cualquier ser humano ha habido de todo; penas, alegrías, más penas que alegrías quizás, que más da; eso es lo de menos cuando se llega a la conclusión de que todo puede ser positivo si se sabe sacar provecho y aprender de los errores.
En la vida como en “el Arte” hay que ser sinceros. “El Arte” amigos, no es pintar una manzana y que se salga del cuadro. “El Arte” es el reflejo de la vida del artista (si es auténtico arte). Desgraciadamente, muchos piensan que la misión del arte es decorar paredes y compran un cuadro porque el color le va con su saloncito azul, rosa o amarillo. Esto es lo mismo que comprar a una persona al peso como si fuera un saco de patatas, o por metros, como una pieza de tela.
“El Arte” es mucho más grande, más sublime, es el arma del artista, es su modo de pensar, de sentir, pero la inmensa mayoría no entiende estas cosas. Es muy triste porque esto ocurre igualmente en la vida real de cada día. Vivimos de apariencias, nos quedamos siempre en la puerta y no nos atrevemos a pasar, le damos más importancia a la forma que al contenido, y hasta que no aprendamos a leer el espíritu y no en la letra, todo irá de mal en peor.
Yo pinto desde que me recuerdo, y cada día aprendo algo nuevo, porque “El Arte” como la vida, es una inmensa escalada, pero nada es imposible si existe voluntad.
Cuando era pequeñita pintaba como otras muchas niñas, y lo normal, como todo el mundo dice: ¡esta niña es genial! ¡qué cosas hace!, pero normal, un poco mejor que otras ¡pero va! un poco más de fantasía, bueno… Y de pronto, te das cuenta de que “El Arte” está ahí, esperándote, y que no es la manzana, ni el árbol, ni la casita, que es más, mucho más y te metes, te metes hasta que el arte forma parte de ti mismo, y entonces, sientes la necesidad de expresar tus sentimientos, tus emociones, a través de él, y ya no sabes donde acaba el arte, y empiezas tú, y acaba el arte. Y cada sentimiento, y cada pensamiento, están reflejados en tu obra, y es tu autorretrato, y quien sepa leer en ella, te encontrará desnudo, porque no hay nada más sincero que un artista, cuando su obra es auténtica.
Pasé mi primera etapa pintando peras y manzanas como todo el mundo, pero cuando el verdadero arte entró en mí y tomé conciencia, todo se transformó, ya no había en mi persona nada oculto, no había pensamiento, sensación o sentimiento que no sintiera la necesidad de transmitir. Mi vida dejó de pertenecerme por entero, y desde entonces me debo al Arte.
Mi segunda etapa, fue de rebeldía por tantas injusticias de la vida, y que reflejé en mi serie negra. El hambre, la miseria, la desesperación, la guerra, la enfermedad, etc.
Eran los demonios que me atormentaban y al pintarlos desaparecían, era una pintura protesta cargada de denuncia. Esos niños famélicos, le quitaban el apetito a cualquiera.
Pero en mi tercera etapa he aprendido que la miseria en el mundo existe por nosotros, los humanos, lo mismo que la guerra, o la enfermedad, e igualmente por los que la criticamos y aborrecemos, como por los que ni la critican, ni aborrecen. Entre todos mandamos tal cantidad de energía negativa al mundo, que el milagro es que se conserve todavía.
Sufrimos sin ton ni son, porque no hemos aprendido a valorar. Sufrimos por lo que pasó, cuando deberíamos olvidarlo porque no tiene remedio, y aprovechar ese sufrimiento para aprender de los errores. Sufrimos por lo que va a pasar, cuando quizás ni pase. Y en el presente sufrimos por todo, cuando realmente y en el contesto de nuestras vidas hay muy pocas cosas por las que realmente valga la pena sufrir. Si pensamos esto detenidamente, veremos como a causa de este dolor sin sentido, nos cargamos de energía negativa, que nos hace perder nuestro equilibrio emocional, y no es así como ayudaremos al mundo. Es necesario traducir este dolor tanto que sentimos, en pequeños o grandes sacrificios por los demás, y cada nuevo día al levantarnos, tener un pensamiento de paz para el mundo, y decir: En mí hay paz, sentir paz. La paz del espíritu es la paz verdadera. La paz del individuo será la paz del mundo. Luz en la mente, paz en el alma.
Esta es la única forma de hacer algo por el mundo, mandar energías positivas a través de pensamientos positivos, y ayudando a los demás, y más hacer por tu enemigo, porque es muy fácil querer a los amigos. Por esto mi pintura ahora es luminosa, porque yo también encontré “la luz” y estoy en el camino, tiene alas, cristales, pero también tiene cadenas.
Esas cadenas en las que tropezamos todos cada día y que impiden que nuestros pasos sean firmes, pero estoy segura que como todos los niños aprenderemos a andar.


Manuela Castaño Hernández. Año. 1985

• Realizar comentario