Pedro Ramírez Reyes nace en 1949 en el seno de una familia citadina radicada en el Distrito Federal. Su padre, empresario pionero en el sector turístico de México, realizó un gran esfuerzo por vincular a sus cuatro hijos en el negocio familiar, sin imaginar su determinante aportación en la construcción de los cimientos que sustentarían el futuro de Pedro en la hotelería, en la que ha desarrollado su trayectoria profesional.
Su primer contacto con la pintura, se remonta al seno materno. Observar a su madre, con habilidades para dibujar hermosos rostros, le permitió iniciar el acercamiento con el mundo de las artes. En los años de feliz infancia y adolescencia, Pedro, inquieto y siempre deseoso de vivir experiencias novedosas, quizá estaba más interesado en descubrir el mundo, que en adquirir una formación artística, de ahí su técnica autodidacta.
Sin embargo, en medio de ese afán de disfrutar hasta el último minuto de su inagotable energía, y siendo aún muy joven, el entorno familiar relacionado al arte expresado en la pintura y la escultura, finalmente termina por cautivarlo y le permite hacer sus primeros trazos, con una incursión en las acuarelas.
Obtener un título universitario, es un objetivo que nunca perdió de vista. Concluye en la UNAM la licenciatura en Economía; y cursa becado la especialidad en hotelería en la Universidad de Cornell, Ithaca, N.Y, base fundamental de su desempeño a lo largo de su carrera en el sector turístico.
Los constantes viajes y cambios de residencia por razones de desarrollo profesional, fueron marcando diversas etapas en su enfoque artístico, en el que por largas temporadas tuvo que separarse de sus pinceles y lienzos, incluso hasta tener que obsequiar parte de su obra por razones pragmáticas.
Luego de varios intentos por retomar la pintura sin que su profesión se lo permitiera, Pedro se ha visto enfrentado a una circunstancia de salud que ha transformado su entorno, y que sin imaginarlo ha propiciado que retome, ahora casi de tiempo completo la pintura: un diagnóstico de cáncer ha dado a su vida un giro inesperado.
Con la entereza de un carácter forjado a través del tiempo, Pedro ha enfrentado esta adversidad y la ha canalizado a la mejor utilización de su tiempo, pintando por momentos como una catarsis de sus emociones y sentimientos en un proceso evolutivo de sanación… y por momentos como un remanso de paz, de armonía y de alivio…
La inspiración ha vuelto a inundar su vida, así como su deseo por incursionar en diversas técnicas pictóricas. La pintura al óleo o aceite y los colores intensos reflejan sus preferencias. En una búsqueda constante ha optado por el acrílico como una técnica que satisface sus expectativas en cuanto a aplicación y ligera modificación del tono original en el secado, predominando en la colección en esta nueva etapa creativa.
Su obra se cataloga en un estilo artístico abstracto. Sus creaciones en las que enfatiza los aspectos cromáticos y estructurales, son el reflejo de una profunda introspección en sí mismo, con una nueva perspectiva de la vida, resaltando una fuerza expresiva que no imita ni modelos ni formas naturales, expresando libremente una transformación interna.
Los colores de alta vibración predominan en sus cuadros, en un intercambio de energía mutua entre la obra y el artista, a través de un lenguaje visual de formas y líneas. Una composición capaz de existir con total independencia de las tradicionales referencias visuales del mundo real, dotado a cambio de sus propias significaciones, permitiendo que el espectador le otorgue su muy particular interpretación.
No obstante su gran admiración por los célebres impresionistas, su obra no ha sido influencia por ningún estilo pictórico. Cada cuadro está preconcebido en su imaginación, mucho antes de la primera pincelada. En el ambiente flotan las primeras notas de música, su gran pasión… la Opera en especial… el caballete al frente y la inspiración a flor de piel, los ingredientes esenciales para despertar su creatividad.
Sentimental, romántico y emotivo, emociones que se han acentuado en esta nueva etapa de su vida, Pedro se confiesa altamente sensitivo frente al arte, que por momentos retoma en un paisaje en madera que evoca el Otoño. La acuarela ha retornado a su estudio, quizá y en algún momento como parte de su propuesta.
Su obra en esta nueva etapa creativa consta de 27 cuadros, parte de ellos ya pertenecientes a colecciones privadas, entre ellas, las que maneja la Fundación BBVA Bancomer (Asociación Civil de carácter no lucrativo) que difunde y realiza actividades artísticas y culturales, a través del Salón de Arte