Enfermo ya de tantas discusiones con su perfil tan alejado de cualquier molde esteriotipado, siempre se muestra dispuesto a negárselo a los demás los días en que su mundo se rebela.
De animo cambiante pero siempre dispuesto a ayudar al otro, con un altruismo latente y una sonrisa comprensiva, latinoamericano de sangre, argentino de nacimiento.
No es escritor, no es poeta, ni obrero, ni aristócrata, tampoco revolucionario. O tal vez un poco de todo eso.
Andariego y sin rumbo definido, sus brazos tienen prohibido caerse y su pecho negado al abatimiento, suele suceder en su interior una lucha constante de saberme quien es, entre una decente elegancia reflejada en su mente y una indecencia absoluta en su apariencia externa, capaces de desconcertar a cualquier novato explorador de almas.
De naturaleza melancólica, esquivo de los afectos, aunque necesitado, aflora a la superficie con esa actitud inmutable que despliega frente al temor, valerosa cobardía de quedarse de pie ante el escalofriante devenir de la realidad.
Su vida está reflejada en sus manos, en su mirada simple, celeste como el cielo. Si, celeste, porque para él lo blanco del ojo, es celeste.