La Mujer en la Colonia
12 de Abril del 2007 a las 22:33:02 1 Leído (27294)
LA CONDICIÓN DE LA MUJER EN LA COLONIA Estudio realizado por Carmen Gloria Matthei, Directora de
www.montecatini.cl, galerìa de Arte Virtual.
Las artistas chilenas contemporàneas Gina Intveen y Claudia Penrroz , previo estudio de los diversos roles que jugaron las mujeres en el perìodo colonial, realizaron pinturas en tela de distintos formatos, inspiradas en estas mujeres.
Sus obras pueden ser vistas en www.montecatini.cl
En el tránsito del siglo XVII al XVIII, la condición de la mujer es aún poco conocida por la historiografía chilena. Sin embargo de algunos trabajos en curso y de una lectura crítica de diversos materiales, podemos decir que esta condición no sólo es contradictoria, sino que también se expresa de acuerdo a categorías sociales, étnicas, religiosas y culturales.
Por un lado existe una condición social que emana de las ideas definidas por las leyes y las costumbres españolas (occidentales), que no rescata necesariamente la importancia que tiene la mujer en lo social, ya sea en Occidente, desde donde llegan estas ideas o en los nuevos territorios conquistados, como es el caso de Chile. Así lo están demostrando los estudios realizados en diversas disciplinas durante los últimos veinte años.
Por otro lado, estas ideas se contraponen a una realidad de confrontación-cohabitación de formas de vidas, organización y culturas con las costumbres de los indígenas y las nuevas poblaciones mestizas que emergen durante la Colonia, y que abre una serie de interrogantes respecto a las certezas adquiridas.
¿Es que la influencia española para el período, que pone el acento teórico en valores morales-religiosos, permite dar cuenta de la práctica de una sociedad en creación donde encontramos costumbres indígenas y/o negras expresadas en las diversas manifestaciones de la vida en la Colonia?
Las ideas españolas occidentales nos transmiten la imagen de una mujer soberana, madre, esposa o hermana que sólo encuentra expresión jurídico-social a través del otro, del hombre; padre, marido, hijo, hermano, amante.
Es sólo rescatando el valor de lo cotidiano en la sociedad, y estableciendo los nexos con diversas manifestaciones sociales que podremos aproximarnos a un perfil de la condición de las mujeres durante la época colonial. Este perfil, que tendrá rasgos comunes en el sentido de que pertenecen al género mujer, se dibujará en relación a las etnias o grupos sociales a las que pertenezcan.
Hasta ahora conocemos sólo algunas mujeres que más bien tienden a ser ejemplos aislados de lo que pudieron haber sido las mujeres en la Colonia, situadas entre la idealización y el ideal de un modelo femenino, dictaminado por la jurisdicción y las necesidades morales-religiosas, y
por otra parte aquellas mujeres que, como la Quintrala en el siglo XVII, han sido recuperadas desde las maldad y lo pérfido para trasmitirnos conductas y comportamientos sobre qué deben y no deben ser las mujeres
chilenas. Entre estos dos casos extremos no tenemos aún resultados que nos expliquen quiénes eran la mayoría de las mujeres que vivieron en la sociedad colonial.
Para analizar estos procesos partimos de un hecho constatado en los diversos escritos históricos: en la práctica, en el cotidiano, la mayoría de las mujeres de la Colonia tienen que luchar por su supervivencia y la de sus hijos en condiciones que les son adversas. La mujer india o es encomendada y trabaja en los campos agrícolas, o si es libre, trabaja en casas patronales en el servicio doméstico. La mujer negra es propiedad del ama o amo y se encuentra a su disposición tanto ella como su descendencia. La mujer de descendencia española, como no todas son encomenderas o hacendadas o esposas de encomenderos y hacendados, en su gran mayoría son mujeres pobres que deben ganar su vida con oficios artesanales. Finalmente, tenemos a la mujer mestiza -que pertenece a un sector social que intenta abrirse un espacio- como fenómeno de población nuevo que es producto de la conquista y que empieza rápidamente a transformarse en la mayoría de la población colonial.
Dadas estas condiciones, la única certeza por ahora es que desde la conquista encontramos diversos tipos de mujeres.
Desde el punto de vista jurídico, en este período, la mujer española pasa de la tutela de sus padres a la del marido, o en muchos casos a la de un convento. Su existencia social sólo es reconocida a través de otros, de una familia cuyo jefe será siempre un hombre, o de los hijos, o de un convento. Esta estructura de la sociedad está marcada por la masculinidad, claramente explicitada en el caso del jefe de familia, o en una relación vertical con el Dios-marido-padre Todopoderoso expresada en la legislación eclesiástica o laica.
Durante la Colonia, las ideas predominantes en Occidente respecto a las mujeres son las relativas a su imperfección, las que provienen de las santas escrituras - costilla del cuerpo de Adán- y el fundamento teológico de que "Al ser sólo una porción del cuerpo de Adán, es decir, una especie de diminutivo, su espíritu tiene la misma proporción. Por lo que Dios hizo reinar en su sabiduría que ordenaba todo convenientemente: la primacía del hombre, ya que la naturaleza quiso que la mujer fuera su servidora".
A estos antecedentes, posteriormente la filosofía agrega su legitimación:" Esta desigualdad es de razón, la dependencia es un natural de las mujeres".
En oposición a estas ideas vehiculadas por la sociedad, cualquier estudio, por simple y superficial que pueda aparecer, nos muestra que la influencia y realidad de las mujeres en la sociedad colonial, que aún no es dilucidada en nuestra historiografía, se contrapone y enfrenta a estas representaciones teóricas.
Tomaremos el caso de la Marquesa de Piedra Blanca y Guana, que nació en La Serena en 1663, y se casa en 1684 a los veintiún años con Pedro Cortez Monroy, matrimonio que duró 32 años hasta la muerte del marido, ya entonces Marqués de Piedra Blanca, en 1717. De este matrimonio no nacen hijos. Cuando muere el marqués, ella tenía 44 años y se hace cargo de todo lo que concierne al marquesado y a la encomienda de éste.
La Marquesa de Piedra Blanca es representativa de un tipo de mujer chilena durante la Colonia: la mujer de los sectores encomenderos, quienes al quedar viudas asumen en posesión los bienes del marido, sean estas casas, tierras o encomiendas. La Marquesa, pide en concesión y le es acordada, la encomienda de indias e indios perteneciente al marquesado después de la muerte de su marido. Esta encomienda se compone de 541 personas de la cuales 259 son mujeres y 282 hombres. Concesión que se ve facilitada por no haber hijos legítimos que pudieran suceder en la encomienda.
Mujer Indígena: Herencia cultural y emprendimiento
Entre nuestros pueblos originarios, la Madre Tierra esté encarnada por las fuerzas femeninas que componen el universo. El poder creador de la Ñuke Mapu o la Pacha Mama, representa la divinidad de lo femenino, la fertilidad y la sanación que reinan en armonía con el entorno.
Como la naturaleza, las mujeres indígenas custodian y siembran las semillas de una valiosa herencia cultural. Durante siglos, machis, componedoras de huesos, yerbateras, santiguadoras o ñañas han conservado secretos medicinales que ya comparten en el Consejo de Meicas de Lago Ranco.
El mestizaje es el punto de partida de la llamada “Raza Chilena”.
Éste es la mezcla entre indígenas y españoles.
Tanto españolas como indígenas acompañaban a los hombres a la guerra de Arauco donde se producen los cruzamientos entre ambas razas.
Literatura
La presentación y análisis de algunos relatos históricos muestra el predominio del conflicto con España, ya sea en época colonial o durante la guerra de la independencia, ya sea contra indígenas o chilenos.
En los relatos que toman como tema la Colonia, la imagen del indígena se presenta con una mirada doble según la perspectiva del emisor y refleja dos estereotipos: el guerrero valiente y el bárbaro.
Los Textos de las mujeres en la Colonia
Esa ausencia casi total de la mujer de la Colonia en Chile, en el campo de las letras, se hace patente, por ejemplo, en la Historia de la Literatura Colonial de Chile de José Toribio Medina, en la que además de Ursula Suárez, sólo menciona a una monja carmelita - Sor Tadea de San Joaquín García de la Huerta- de quien transcribe una versión de la relación de la inundación que hizo el río Mapocho de la ciudad de Santiago de Chile, composición escrita en forma de romance.
El segundo esta referido al relato conventual, vale decir a la escritura de monjas.
El tercero situado en la literatura de la época, en el cual destaca a Sor Juana Inés de la Cruz y a una distancia prudente la poetisa Anónima y la Amarilis Indiana, ninguna de ellas chilena por cierto.
Sea cual fuere la época tratada en los relatos, el referente histórico está casi siempre circunscrito a las relaciones conflictivas con España. Sea a través de la intriga o del discurso valorativo ideológico
El sistema modelizador colonial
En estas narraciones predomina el acontecimiento ficticio por sobre el histórico y lo personajes en su mayoría son ficticios. El soporte histórico es la inclusión de algún personaje histórico, algún episodio o ambos, sacado de la historia para darle verosimilitud al relato. El universo imaginario se estructura a través de un sistema modelizador que pone en evidencia leyes, usos y costumbres coloniales. Importa más el carácter arqueológico que la historia propiamente tal.
La temática indígena
Los relatos con temática indígena predominan entre los textos sobre la Colonia. En ellos, el acontecimiento se centra en el conflicto entre españoles e indígenas. Su elemento estructurador es el acontecer histórico. Y en su espacio, poco desarrollado, se mueven personajes históricos y ficticios.
La reconstrucción, organización y ficcionalización de la realidad efectiva pretérita de Chile, se hace a partir de elementos extratextuales que casi siempre son reconocibles. El lector encontrará sólo levemente distintos a la ficción, aquellos conflictos armados, secuestros, malones, destrucción de fuertes y pueblos enteros, etc., que abundan en la historiografía sobre al época colonial.
Sin embargo, al ficcionalizar estos episodios, el emisor recurre a ciertas estrategias narrativas para personalizar y subjetivar lo histórico, sin perder la ilusión referencial que quiere crear en el lector.
En la mayoría de estos relatos, el referente histórico está enlazado con una intriga amorosa que involucra a españoles e indígenas en relaciones poco exitosas. Son elementos de ficcionalización que distinguen la narrativa histórica del relato puramente histórico. Con ello se construye la vida familiar, o la intrahistoria, que corrió paralelamente con los grandes hechos históricos. La relación amorosa se suele dar entre un personaje histórico (hombre español) y un personaje ficticio (mujer indígena) y sirve como eslabón entre los dos mundos: el español y el araucano.
Las Artes
La Pintura y las Artes Coloniales Hispanoamericanas nacieron y se desarrollaron bajo el impulso de las corrientes estéticas europeas, especialmente las españolas. Se consideran artistas coloniales a los que se formaron en América Latina durante el período de la dominación española, durante los siglos XVI y XVIII. El Arte cumplió una función didáctica y evangelizadora dentro de la concepción cristiana del conquistador y con el avance del tiempo se hizo mestizo con la fusión del arte del conquistador peninsular y el del aborigen americano.
La precursora de la pintura femenina en Chile es Agustina Gutiérrez Salazar (1851-1886), primera mujer que ingresa a la Academia fundada en 1849.
Cultiva diversos géneros, pero se aplica con esmero al retrato, al que confiere carácter y matiz psicológico.
Bastantes más antecedentes se conocen de las hermanas Mira Mena, mujeres incorporadas a la actividad cultural y artística femenina en las tres últimas décadas del siglo XIX.
Por ser de gran importancia su obra en la plástica femenina de la época , me explayaré un poco más en su obra.
Magdalena y Aurora Mira, pioneras en talleres de la pintura chilena.
Magdalena nació en 1859 y falleció en 1930. Aurora había nacido en 1863 y falleció en 1939, casi diez años después de su hermana. Ambas eran destacadas damas de la sociedad chilena de mediados del siglo XIX. Fueron educadas en las más altas esferas de la enseñanza europea y, por venir de una familia muy culta y de gran trascendencia en los inicios de la república, gozaban no sólo del reconocimiento social sino que su jerarquía cultural las hacía merecedoras del reconocimiento público y de la prensa de la época. Fueron de las primeras mujeres que asistieron a clases en la recientemente creada Academia de Pintura. Gracias a la comprensión y apoyo de sus padres, personas de un amplio criterio para la época, llegaron al taller de Giovanni Mochi que había sido contratado por el gobierno de Chile para dirigir ese establecimiento dedicado al arte. Posteriormente serían alumnas del gran maestro de esos años, el pintor Pedro Lira.
Artísticamente la pintura de las hermanas Mira está marcada por el sello de una época y por las corrientes artísticas dominantes en el medio. Nacieron lejos de los grandes centros creadores y fueron educadas con el recato propio del Chile de esos años. Como pintoras recorrieron todo el espectro de temas que imperaban en aquellos tiempos. Desde el neoclasicismo hasta la búsqueda de una nueva sensibilidad en los primeros años del siglo veinte. Pasaron por la academia, por el naturalismo, por el paisajismo pero sobre todo se instalaron definitivamente en el retrato y la figura.
Su llegada al arte coincidía con unos cambios trascendentales ocurridos por esos años. En 1877 por decreto del rector Miguel Luis Amunátegui se abría la universidad a las mujeres. En 1882 se instauraban los Salones Oficiales y en 1884 se permitía la inclusión de mujeres en los salones.
Curiosamente en ese mismo salón participaron 18 pintores y 23 pintoras como lo consigna la crítico Nena Ossa, ex directora del Museo Nacional de Bellas Artes en su libro "La mujer chilena en el arte".
En ese salón las hermanas Mira deslumbraron junto a la porteña Celia Castro por sus pinturas. Con ello quedaba marcado el primer hito femenino en el arte de nuestro país.
Magdalena prefirió casi sin excepción el retrato, hecho en su entorno familiar. Con gran dominio en el dibujo de la figura humana, sus retratos poseen aplomo y vigor es su trazo.
También, aborda en forma esporádica , paisajes o temas religiosos.
Aurora en cambio prefería las naturalezas ,las frutas, los ambientes interiores como vajillas, felpas y porcelanas, los bodegones y cuadros con muchas flores tomadas como motivos de su propio jardines.
Tuvieron eso si algunas interrupciones en sus carreras artísticas. Como ser cuando Magdalena se casó con Ramón Cousiño y Aurora con José Luis Vergara. Pasados los primeros años de sus respectivos matrimonios retomaron en público lo que habían estado haciendo en privado. Pintar y participar en los concursos.
Sus inevitables viajes a Europa las acercaron a las obras de los grandes clásicos y a ver de cerca los cambios que acontecían con los nacientes impresionistas. Aurora se quedó más con lo clásico y naturalista y Magdalena se acercó al romanticismo. Cada una alcanzó sus propios logros: premios en los salones oficiales, medallas de oro otorgadas con motivo de grandes acontecimientos artísticos. Presencia en la muestra del centenario de la Independencia y en la gran exposición con motivo de la inauguración del actual edificio del Palacio de Bellas Artes.
Puede afirmarse que si bien por su situación económica, perteneciente a la clase alta y su vinculación con la aristocracia, no tenían necesidad económica , también vivieron del fruto de su trabajo.
Recibieron encargos, diplomáticos extranjeros les compraban sus obras. Los embajadores chilenos llevaban a los países donde estaban destinados pinturas de las hermanas Mira para sus sedes o como obsequio a los gobernantes de esos lugares.
Por otra parte demostraron ser muy solidarias al destinar el fruto de la venta de sus pinturas para ayudar a hospitales, asilos y escuelas. Más aún, Aurora, a la muerte de su hermana Magdalena creó una beca con su nombre para costear los estudios en la Escuela de Bellas Artes de mujeres jóvenes talentosas de escasos recursos.
Hoy sus obras están en importantes colecciones, empezando por el Museo Nacional de Bellas Artes y la Pinacoteca de la Universidad de Concepción. Las hay en otras instituciones, en poder de sus descendientes y en colecciones privadas siendo recordadas no sólo por sus pinturas sino por su presencia en el arte nacional en una época en que las mujeres no tenían tanto espacio en la sociedad y mucho menos en la cultura. Sus vidas y sus obras son un gran ejemplo.