Monse del Campo, la complejidad intima de la fotopintura
26 de Mayo del 2007 a las 00:43:28 0 Leído (652)
Bosque de árboles, conjunto de troncos que se vislumbran claramente ante mis ojos. Troncos que están asociados a la música, que están fotografiados para parecer un paraje acogedor, pero la creadora
Monse del Campo lo que le inculca es un alto grado de intimidad. Se lo hace suyo.
Flores, un beso que se intuye, conjunto de personas, la catedral omnipresente. Tendencia a la trascendencia dentro de un contexto expresionista. Fotógrafa de interiores, de recovecos y zonas que se escapan a los ojos de los mirones de supermercado.
Sus fotos integran instantes, son notas discordantes de su poética personal. De la imagen prosa, de la prosa, palabra y de esta surge la poesía.
Colorea las fotos para darles un toque más expresionista, pero sin renunciar a la propia idiosincrasia del color. El resultado es una obra íntima, hecha a partir de fragmentos de la realidad que la creadora escoge.
Su dedicación fotográfica especula con la recreación posterior pictórica. No es testimonio de su época, sino testigo de sus propias sensaciones y defensora de sus deseos más íntimos.
Se distancia de la realidad, pero, no quiere hacerlo. Cuando más se quiere alejar más se implica, ‘mojándose’ de sudor, empapándose del hálito vital que todo lo personifica. Aunque no hay seres humanos en sus composiciones su obra es perfectamente humanista, su centro es la poética de la existencia de los seres, condenados a entenderse en un mar de dudas.
Sus bosques pintados, casi entradas de recovecos del alma; sus catedrales en lo alto, expresionistas, insondables, casi perfectamente controlables pero, alejadas de lo mundano.
El deseo, el beso, el aleteo de un amor apasionado en las composiciones de notas de músicas lejanas y próximas, pentagramas, instrumentos musicales.
Hojas, que son conceptos e ideas; hoja que es singular para volverse colectiva. Solidaridad internacional, mente mundial, defensa de los valores humanos.
Pero también instantes de poesía, frío y calor, unión de los extremos contrapuestos. Asimismo presencia de una cierta sensualidad que lo acompaña todo. Sensualidad sensible y sutil.
Sensualidad que se inmiscuye en la vorágine de la noche y que señala el camino de lo voluptuoso pero, sin serlo.
La vida, poética de las poesías. Allí, cuando el sol acaricia las plantas y alardea frente a las flores, aparecen las hojas que en otoño caen. Es la vida que continúa...
Joan Lluís Montané
De la Asociación Internacional de Críticos de Arte.