MARTORREV PINTOR Y TEÓRICO
15 de Julio del 2010 a las 05:45:09 0 Leído (727)
MARTORREV PINTOR Y TEÓRICO
“¿La belleza? No sé qué es…
Todo depende de muchas cosas”.
Alberto Durero.
Espíritu de transición –entre el medioevo y el renacimiento, entre lo nórdico y lo mediterráneo, entre lo gótico y lo clásico- Alberto Durero cultivó su genio con un dualismo que es posible descubrir en toda su obra.
Hombre religioso, en el ritmo de la naturaleza reconoce y venera la creación divina; pintor humanista, vive admirando el enigma de la belleza pagana –que de los clásicos griegos rescata el siglo XV- para él inasible: en su claridad, su elegancia, su pureza.
De Durero, Worringer escribió: “Su humanidad nórdica no pudo renunciar a sí misma; no logró entregarse por entero a la belleza y armonía meridionales, esto, este trágico sino, hace que sea tan grande”.
Su mentalidad individualista de hombre gótico, le impide condicionar su expresividad a ningún canon, así represente éste el ideal de belleza clásico; su anhelo de aprendizaje, le convierte en un buscador de la belleza a través de la ciencia, como corresponde al hombre de su tiempo, el renacentista.
Hijo de un orfebre, Durero trabaja la pintura y el grabado con la modestia del artesano, pero con él y gracias a su genio expresivo y a su talento investigador, nace el artista y el primer pintor teórico del arte, en Alemania. Así, pudo dejarnos no sólo su Apocalipsis, su Pasión, su Vida de la Virgen, su Adoración de la Santa Trinidad, obras pictóricas todas que figuran entre los más altos bienes culturales de la humanidad, sino también sus tratados: Enseñanza de la medición e Instituciones de Geometría.
El fundamento de la pintura es la geometría, sin la cual, ninguno puede hacerse o ser un artista perfecto”, escribió Durero, invitando al creador de todos los tiempos al estudio de las relaciones entre el arte y la ciencia, para poder repetir con el genial pintor alemán: “Nos es inspirado por la naturaleza el deseo de saber mucho, para reconocer la justa verdad de todas las cosas”.
“Cézanne es un conocimiento y una enseñanza –decía Paul Westheim- el conocimiento de lo que es la creación artística. La enseñanza de que los medios expresivos de que dispone el pintor –la superficie pictórica, el color, los contrastes colorísticos- son elementos funcionales que el artista debe aprovechar para construir esa unidad que es el cuadro. Para Cézanne –como para Giotto, Miguel Ángel, el Tintorero, El Greco- la obra de arte es una vivencia espiritual. El vehículo de que se sirve el artista –el artista en general- en este proceso, es la Forma. Lo que quiere expresar en lo artístico y en lo espiritual sólo puede expresarlo mediante la Forma. No existe obra de arte que no esté hecha con formas y valores formales”.
El pintor provenzal que –como Durero- vivió entre dos épocas, sufrió también lo que podemos llamar “neurosis de transición”, y como aquél se esforzó por penetrar en el trasfondo de la percepción visual:
Todo lo que vemos –escribe Cézanne- se dispersa, se volatiliza. La naturaleza es siempre la misma, pero nada queda de ella, nada queda de los fenómenos que percibimos. Es nuestro arte lo que da duración a la naturaleza, a todos sus elementos y a todos sus cambios”.
Aprehender la naturaleza en el cosmos del cuadro y organizar con conciencia ordenadora una unidad plástica, es el fruto de las observaciones objetivas de Cézanne. Observador científico, artista espiritual, se ocupa de temas nimios para que su modestia no distraiga de lo esencial: la creación artística.
Pintor teorizante, en su madurez escribió: “A la naturaleza hay que tratarla partiendo del cilindro, de la esfera y del cono, para que cada lado de un objeto o de una superficie conduzca a un centro. Entonces las líneas paralelas al horizonte dan la extensión horizontal de un trozo de la naturaleza o, si ustedes prefieren, un trozo del espectáculo que el Pater omnipotens aeterne deus extiende ante nuestros ojos. Las líneas perpendiculares a este horizonte dan la profundidad. Es cierto que para nosotros los hombres la naturaleza es más profundidad que superficie horizontal, y de ahí la necesidad de mezclar en las vibraciones luminosas, reproducidas por los tonos rojos, una cantidad suficiente de tonos azules, para lograr así el efecto de la atmósfera.
En el contrario de la expresión espontánea, Cézanne escribe: “trabajo muy despacio pues la naturaleza se me presenta en toda su multiformidad”. Multiformidad que es el hallazgo del observador incansable y el fruto del conocimiento de la estructura orgánica de ésta, el pleno conocimiento del objeto, según su afortunada expresión. Y el cuadro, así no resulta para él sino una estructura orgánica de igual vigor y coherencia.
Fin de una época y principio de otra, Cézanne –quien rechazó, como hijo de banquero, la oportunidad de hacer dinero- estimaba menos los cuadros, que la resolución de los problemas plásticos que le demandaba su obra. Pocos días antes de morir escribe: “Estoy continuando mis estudios”. Estudios que culminaran en su pintura y que resumió al escribir: “No se trata de pintar bañistas o manzanas, sino de crear forma”.
En nuestro siglo, las vanguardias y los ismos se han multiplicado al cuestionarse el pintor no solo los límites de la expresión, y los fines de sus actos volutivos, sino la justificación de la permanencia del arte en una época donde el final del milenio para muchos parece traer, de nuevo, la visión del Apocalipsis y el acoso del caos. A horcajadas entre un mundo que se acaba y otro nuevo se inicia, el artista contemporáneo responde a su momento: o a través de una corriente destructiva que con su protesta intenta hacer crítica social; o manifestándose en una postura constructiva donde el arte pervive integrado en el diseño de una nueva vida. En el devenir de las artes, su tan anunciada desaparición y su consecuente rastro de condenación espiritual, se ven renovadas por un vigor creativo que renace en cada artista; como lo expresa Pierre Francastel: “La actividad del artista, como la del matemático, posee el carácter de una doble red inductiva y deductiva que, al echarse sobre la realidad, permite explorar e informar sobre ella. De problema en problema, el hombre activo se eleva del nivel de la experiencia vulgar al de ordenador de estructuras explicativas del universo”.
En nuestro medio un hombre activo se afana por encontrar estructuras explicativas del universo. Se expresa con aspiraciones comunicativas y deshace la supuesta dicotomía arte-ciencia, entregándonos una obra que ha titulado Estructuralismo Plástico Mexicano; autor: Martín de la Torre Vega, MARTORREV.
Este libro que presentamos a la consideración de ustedes, esperados lectores, es el fruto –nos declara el autor- de 18 años de reflexión e investigación de un sistema operativo de análisis del conocimiento, que MARTORREV ha convertido en un método de creación: el estructuralismo.
Al caos que se anuncia en nuestro fin de milenio, MARTORREV propone el cosmos: el Estructuralismo. Y nos va dosificando la síntesis de sus lecturas y el resumen de sus conclusiones. Primero dándonos definiciones:
“El estructuralismo propiamente dicho comienza cuando
se admite que es posible confrontar conjuntos diferentes,
en virtud de sus diferencias y no a pesar de ellas”.
“El estructuralismo, método de creación en tanto ésta
pueda ser una composición estructural es decir, el fruto
de una descomposición-recomposición del objeto que el
creador elige entre todos los que ofrece el universo”
Roland Barthes
“El estructuralismo no admite oposición entre lo concreto
y lo abstracto, ni concede valor privilegiado a ninguna de
estas categorías, antes bien, las considera como
elementos integradores de la estructura”.
C. Levi-Strauss
“Estructuralismo es ver y hacer ver, gozar, y hacer gozar,
vivir y hacer vivir en una totalidad sincrética, monolítica
u holística, los ámbitos intangibles e invisibles que le dan
razón de ser al fenómeno existencial sin que este se
desmembre, sino en su constante enriquecimiento”.
El autor
Continúa MARTORREV enlistando en ordenada cronología a los teóricos del estructuralismo, de 1879 a 1977, de Cézanne a J. José Barreiro.
Nos entrega el autor la justificación al sub-título de la obra, cien años de actividad estructuralista y postulados para un nuevo lenguaje visual, en el capítulo titulado: “Por qué actividad estructuralista”.
“Para comprender el fenómeno de la plástica mundial
en estos cien años que nos anteceden, es necesario ver retrospectivamente el proceso histórico de este
acontecimiento.
Se ha dicho repetidas veces que el arte de nuestro tiempo
ha llegado a un callejón sin salida y que nuestros artistas
ya no saben qué hacer ni qué inventar, devaluando la
validez existencial del artista.
Y la verdad es que la gran cantidad de ismos produce
confusión, porque aparecieron en una tentativa de definición
y alternativas, sin darse cuenta, que eran parte de un proceso científico de evolución.
Todo comenzó, cuando la manifestación artística había completado sus ciclos preliminares de técnica rudimentaria e imitación y que necesitaba descorrer el velo de la creatividad expresiva y estética, de tal manera que sin un plan
determinado, caminando relativamente a ciegas y cada quien
por su lado, se abrieron un sin fin de posibilidades que
terminaron por convertirse en eso que ahora llamamos
“actividad estructuralista”.
El fin de esta actividad estructuralista en la plástica es la comprensión de nuestro arte y de nuestro hombre como una totalidad concreta plena, verdadera y auténtica, que en su evolución se enriquecerá para constituirse en lo que “realmente debe ser”.
Y propone nueva terminología:
“Independientemente de las diferentes escuelas e ismos que
se han establecido para hacer una historia del fenómeno
artístico-plástico, que conlleva un anhelo de comunicación
con los demás hombres que no tienen relativamente ningún
nexo con el quehacer artístico, propongo la siguiente
terminología que con base en el esquema de la actividad estructuralista y al estudio del fenómeno histórico plástico
de los últimos 100 años dio como resultado.
La finalidad del siguiente código constitutivo del proceso de
la actividad estructuralista en la pintura y la escultura, consiste
en establecer la posición que cada uno de los artistas
conscientes de su compromiso con su generación guarda, y
que al darse cuenta, puedan con claridad de propósitos
decidir la integración de un nuevo y más completo (por su complejidad estructural) arte que indique y represente a su generación existencial.
El siguiente código se define en razón de las características
similares que una gran cantidad de artistas lograron en su
obra durante estos 100 años, independientemente del ismo o escuela que defendieron o los definió”.
El código de la actividad estructuralista que el autor propone con el nombre de momentos, nos es presentado con gran contenido visual, a color, y en él debemos agradecer la reunión de numerosas obras de pintores regionales que enriquecen la edición.
Precedido de lo que MARTORREV nos ofrece como antecedentes, llegamos a los postulados para un nuevo lenguaje plástico, donde el autor nos deja la síntesis de sus estudios, la propuesta de su verdad, el clamor de su verbo humanista.
Nos dice :
4
“Como todas las cosas son en razón del hombre, a ésta habría
que tomarlo como síntesis del universo en su materialidad,
en su espiritualidad, su belleza, su productividad, en su
historicidad y en sus antagonismos en unidad simultánea estructural”.
5
“Conjugaremos los elementos estéticos y técnicos que
caracterizan a nuestro siglo con los de los siglos
anteriores, estableciendo una estructura de relaciones
que conlleven a una verdad sólida de creatividad y
autenticidad”.
6
“Partiendo de lo anterior, se abre un tiempo de creatividad que fundamentará las relaciones estructurales de sentimiento-ciencia, de tal manera que el arte de nuestro futuro, será más sólido en temporalidad”.
Cierra la edición una presentación de autor, por el Ing. Luis medina Jiménez, y una galería antológica de sus obras. El diseño es de Cecilia Torres. Publica la Unidad Editorial del Gobierno del Estado de Jalisco. 1987. 120 pp.
Es afortunado poseedor de este libro, tendrá el desusado privilegio de comunicarse con un artista por sus textos y por sus pinturas. Los textos, como lo señala una advertencia, se ofrecen sintetizados para que se puedan asimilar en una lectura rápida; y convocan a la investigación. Las pinturas son los signos que al espectador le es posible relacionar en la superficie del libro, y buscar las correspondencias o rechazos que toda obra desencadena; lo que no va a poder, es ignorarlas.
Con rutinaria frecuencia los espectadores de las exposiciones exclamamos: “no entiendo nada”; tal vez con la misma frecuencia con que el arte se ha constituido en la mercancía más dispensable de nuestras vidas; tan dispensable que ya ha sido declarado muerto muchas veces.
Qué común es escuchar a los artistas: “lo importante es la emoción de lo espontáneo, el fulgor de la pasión creativa; las glosas, el análisis y las conclusiones se las dejo a mis biógrafos; los críticos, son al cabo o artistas fracasados o literatos pedantes, o una suma de los dos”.
No es este el espacio oportuno para reflexionar en ello: sí lo es para celebrar la publicación de Estructuralismo Plástico Mexicano, de Martín de la Torre Vega. La primera razón: porque el autor pudo disciplinar al ego -que el artista debe tener siempre crecido- y someterlo, como no pudo Alberto el de Nuremberg, a un canon de belleza ideal; la segunda razón: porque nos propone postulados no dogmáticos, abiertos, dispuestos a la conciliación y al diálogo; la tercera razón: porque nadie podrá negarle a MARTORREV que con esta obra ingresa al selectísimo grupo de los artistas teóricos, como Leonardo, Kandinsky, Durero, Cézanne. Artistas que se dan, integrados, en la ciencia y en el arte.
Carlos Eduardo Gutiérrez Arce
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