La obra de Aminta viene de la más profunda poesía de la tierra. De una sinceridad, sutileza y dilatada espacialidad, nos cuenta renovadamente pero con los símbolos de ayer, que el pueblo andino todavía tiene mucho por decir. Los tonos terrosos sugieren petroglifos, arte rupestre y ancestral. La composición libre, remite al acústico espacio de las cuevas pintadas, o a las cenitales vistas de los enormes diseños de Nazca, monumentales trazados imperceptibles para los hombres de a pie, pero cercanos y tangibles para los dioses y los seres alados, como Aminta. |