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LA DIMENSION ESTETICA DEL SER

26 de Agosto del 2009 a las 23:13:58 0 Leído (4672)

LA DIMENSION ESTETICA DEL SER

POR: LIMBERTO TARRIBA NAVARRO

Desde la más remota antigüedad, de la cual se tenga alguna referencia, los hombres han expresado otras inclinaciones además de cumplir con las cotidianas formalidades del rebusque para la subsistencia.

Quienes se han dedicado al estudio de estos menesteres –Antropólogos, Arqueólogos, Paleontólogos, Historiadores, Sociólogos, etc-, señalan que desde los inicios de la vida en su rudimentaria caverna, el homo-sapiens intentó conjurar la temible extensión de su soledad creando sonidos, diferentes a los frecuentes y terribles rugidos de las bestias salvajes, o recrear los espacios desiertos y húmedos de los muros cavernarios con trazos dotados de las fuerzas hechiceras de su ímpetu de cazador. Intentó además animado en su recién descubierta cualidad de imitador, gestualizar desde su propio cuerpo los movimientos, gracias y argucias de las otras criaturas, aportando a ello su propia capacidad expresiva y creativa.

Toda la facultad de sus asombros fue convirtiéndose con el transcurrir de los tiempos en maravillosas Obras de su ingenio creativo, lo cual estableció progresivas y puntuales diferencias con los demás seres y organismos de la creación.

En ese discurrir de las edades logró construir una formidable organización social y crear una compleja red de oficios y labores engendradas desde su inagotable inteligencia, lo que consolidó su saber, pero paralelo a ello, derivó una serie de actividades cuyo origen han tratado de explicarnos en un principio los brujos, hechiceros y chamanes, luego los filósofos, teólogos, sicólogos, y tratadistas con algún rigor científico y en las cuales identifican las expresiones emanadas de su sensibilidad.

En los más antiguos documentos de la historia ya existen alusiones a la forma en cómo el ser humano se maravilla, asombra o conmueve ante fenómenos, cosas, o seres de distinta o de su misma especie y testimonia esta actitud en cantos, danzas rituales, textos poéticos, representaciones simbólicas, decoración de utilerías, etc, para hacer perdurable y revivible esa emoción. Pero no solo aquello que despierta su curiosidad placentera ha sido sublimado; también lo doloroso, truculento, terrible, inexplicable o misterioso punza las nervaduras de su sensorialidad espiritual.

Los Papiros egipcios, las tablas cuneiformes mesopotámicas, los textos indos-arios del Mahabhárata y el Ramayana, los cantos de la Ilíada, los relatos de Calila y Dimna o Las mil noches y una noche, y todos los vestigios aborígenes de la arquitectura, monumentos, alfarería, herrería, orfebrería, y de las diferentes civilizaciones en todos los lugares y épocas, evidencian la presencia de esos impulsos cifrados en algún recóndito lugar de la naturaleza humana.

Esta afición o característica de sentirnos atraídos, afectados o conmovidos desde el éxtasis de la paranoia, hasta la serena contemplación es lo que sabios y estudiosos de diversas disciplinas sociales y científicas han señalado y valorado como la Dimensión estética del ser humano.

Platón ya nos habló de ese péndulo misterioso que se balancea en nuestra naturaleza, que nos mueve entre el sufrimiento y el gozo y que si nos hace iguales por la vulnerabilidad a que nos somete su fuerza, también nos diferencia por la diversidad de nuestras reacciones. Estas reacciones de plenitud o sobresalto quedan consignadas de manera simbólica o representativa en las diversas expresiones de la dimensión estética.

Antes de seguir, es válido destacar, según lo anota Friedrich Kainz en su ensayo sobre el tema, que la palabra “estética” se usó para designar una disciplina filosófica, por A.G. Baumgarten quien publico su Obra Aesthetica entre 1750 y 1758. Este autor entendía la estética como la “teoría de las potencias inferiores del alma y por extensión, la teoría de lo bello “

Lo bello es un punto de partida para quienes se han acercado a estudiar el fenómeno estético, desde Platón, el Rey Salomón, Kant, Schiller, Humberto Eco o Fernando Savater. Se han generado múltiples teorías, sobre lo que es, cual es su esencia, su finalidad, objeto e importancia.

El estudio de la belleza como tal ha inquietado a todas las culturas, en todas las épocas y cada una presenta su visión y parámetros pertinentes. Se genera además una nutrida trama de conceptos, términos y postulados que algunas veces despiertan la acuciosidad pero otras dejan un sutil desánimo por lo contradictorio y confuso del lenguaje utilizado.

En las culturas precolombinas por ejemplo, la estética no se puede estudiar de igual manera a cómo se hace en la cultura occidentalizada cuyos conceptos partieron del enfoque de belleza greco romano. El manejo de la visualidad, por ejemplo, en cada cultura precolombina, va asociado al medio empleado ( piedra, arcilla, oro, etc), a las habilidades técnicas y su enfoque conceptual registra mas carácter mítico que humanístico. Por lo tanto el concepto de atracción estética se fundamenta en valoraciones sobrenaturales del mundo conocido, esto los lleva a conceptuar la imagen, lo contrario a las expresiones del arte religioso cristiano romano y bizantino cuyo énfasis se dio en el uso de la imagen para comunicar el concepto.

Pero aparte de estas disquisiciones sobre la representatividad de la imagen, el concepto, las formas y las ideas, es inquietante esa disposición del hombre hacia lo bello . Pero también es curioso, que lo que resulta bello para algunos es percibido como feo por otros. Entre lo feo y lo bello se mueve el espíritu del hombre y es incesante su oscilación entre una y otra categoría. Los renacentistas, como Pico della Mirándola, ya nos habían alertado sobre esa feliz pero fatal diferencia con las demás criaturas; nuestra libertad de elegir entre una u otra para concluir, según F. Savater, en sí mismo la Obra Divina auto creándose: fortaleza y fragilidad a la vez.

Ahora, siguiendo pistas a lo anterior, qué vendría a ser lo bello, punto de partida y discusión para hablar de “estética”?

- Según O. Kulpe : la estética es la ciencia del comportamiento estético, esto es lo fundamental y no la esencia real de las cosas calificadas como bellas. La Estética solo nos dice cómo influyen en nosotros ciertas cosas cuando nos situamos frente a ellas con actitud receptiva; según esto, la belleza o la fealdad no son cualidades de las cosas, son las reacciones originadas en nuestra sensibilidad las que califican o categorizan el grado de bello o feo, frente a los objetos ( punto de vista de la sicología del siglo XIX y comienzos del XX: subjetivismo y psicologismo estético )
- Friedrich Kainz nos dice : “La palabra bello expresa en primer lugar aquello que nos produce un máximo de satisfacción plena y desembarazada del gusto estético. “.......hay acaecimientos naturales cuya fuerza estética no ofrece la menor duda, aunque en un sentido un poco impropio, puedan ser calificados como bellos.
- Entonces el objeto de investigación de la estética, no es lo bello sino todo lo que influye estéticamente en nosotros hasta llegar a lindar con lo feo .
- Humberto Eco nos señala: La Estética es sin duda una disciplina capaz de elaborar sus propios métodos y sus propios instrumentos de análisis, pero no es una ciencia exacta.

Kant en su momento se ocupó de hablarnos con creces al respecto y según su afirmación lo bello “no tiene concepto”, “es bello lo que complace universalmente sin concepto” Algo así como que no hay leyes que nos puedan determinar cuales son las cosas bellas y que tal vez esas consideraciones parten de quien las observa y le otorga los méritos suficientes para ello.

La palabra “bello” proviene del latín bellus que al parecer es un diminutivo de “bueno” bonus, bonulus Esto nos hace pensar que en su origen para designar lo bello se le asoció con lo bueno, es decir, según F. Savater “ lo mejor para la vida... lo bello comparte con lo bueno y delicioso la tarea de lograr que haya más vida y menos muerte.

Por otra parte la palabra “estética” en su equivalente etimológico del griego significa sentir, percibir por medio de los sentidos, percepción sensible, intuición, sensación. La estética vendría a ser como la teoría de las percepciones y aceptando que lo bello se percibe a través de los sentidos afirmaríamos sin reservas pero con amplitud que la estética es lo que nos permite relacionarnos con la belleza a través de nuestros sentidos. Esa relación la establecemos de manera sentida –sensorial- con el mundo

Todas las consideraciones y teorías enunciadas por los más connotados pensadores y tratadistas coinciden con mínimas diferencias en que la estética nos remite a un estado especial de nuestra capacidad de sentir (sensibilidad) y es hacia esa conclusión con sus derivaciones hacia donde nos inclinamos aún en medio de los desacuerdos y coincidencias.

Para muchas culturas la condición de “bello” se asociaba o aún es “armonía”, para otras implica “simetría”. Mientras que una tiende conexiones de unidad desde el corazón, (asumiéndolo de manera simbólica) la otra intenta mantener un equilibrio basado en la lógica de la razón.

La estética desde un sentido de percepción armónica, interioriza otras vías de exploración y apropiación del mundo y quienes la asumen desde el ejercicio del arte en cualquiera de sus manifestaciones aportan una manera de “saber ver mejor”, según el decir de Leonardo D`Vinci, aún desde la temible complejidad o crueldad de la vida.

Desde la visión estética hay una sugerente oferta de autonomía al no imponernos lo que debiéramos decir o hacer, y más bien nos libera para expresarnos desde nuestra interioridad como seres humanos sensibles y perceptivos..
Fernando Savater nos dice en su Obra “Las preguntas de la vida” : La cultura estética, deja en la más completa indeterminación el valor de un hombre o su dignidad, en cuanto que ésta solo puede depender de él mismo: lo único que consigue la cultura estética es poner al hombre por naturaleza en situación de hacer por sí mismo lo que quiera, devolviéndole por completo la libertad de ser lo que deba ser.

Por otra parte, la estética cumple en sí misma objetivos ajenos a intereses racionales y de la lógica, y en esto, mentes audaces como la de Heráclito al señalarnos el perfecto orden del universo como un juego y la de Schiller al recordarnos la grandeza del juego como universo simbólico para la plenitud del hombre, nos conducen a la curiosa pero feliz analogía entre estética y juego.

El Artista, que vive en profundidad la dimensión estética a través de su expresión artística, nos revela sin escrúpulos sus propios juegos con la realidad y nos sumerge en ese mundo encantado de colores, formas, gestos, sonidos, palabras, etc, ajeno a todo interés racional, sin que tenga que existir un fin. Pero esto no quiere decir que lo funcional o concreto quede por fuera de su contemplación y análisis; el sentido lúdico y creativo de su esencia puede derivar divertidas realizaciones a partir de actividades tan concretas como las matemáticas.

El Artista o quien surca los cauces de la estética puede ver las realidades alternas y ocultas que subyacen tanto en la rigidez de las operaciones organizadas como en las absurdas y corrientes cotidianidades.

Esa particular cualidad de ver donde el común no ve, inquieta a más de uno. Sin embargo los estudiosos intentan explicar este fenómeno hablándonos de los intereses particulares de cada individuo en las cosas. Para quien estudia los caballos de manera científica, diferirá en su percepción zoológica del animal frente a aquel cuya actitud de percepción estética le permite ver toda la armonía y gracia de su forma, color, movimiento, textura, etc. además de las relaciones conceptuales de la imagen con lo mítico, lo mágico o lo fantástico.

E. H. Gombrich en “Arte e Ilusión” opina: “lo que un artista investiga no son las leyes del mundo físico, sino la naturaleza de nuestras reacciones ante el mismo”

De cualquier manera en que los hombres hayan abordado la dimensión estética del ser, esta es una realidad que nos habita desde el génesis del mundo y su esencia podría ser más de orden genético o biológico que cultural. Aunque las diferencias sean marcadas más por lo cultural que por lo individual. ( “Las normas del juicio estético son relativas a las diferentes culturas”, nos dice Humberto Eco en su libro “La definición del Arte”).

Alguien con discreta malicia nos alertaría sobre esta esencial predisposición del ser humano, al señalarnos cómo una mujer “no muy atractiva” es seducida por un galán, pero a su vez este galán le hace saber al malicioso que la belleza de la dama esta oculta a los demás ojos. .

Este curioso juego nos lo devela A. de Saint–Exupery en su “Principito” , cuando el zorro sugiere al Principito mirar de nuevo las rosas : -“ comprenderás que la tuya es única en el mundo” El pequeño Príncipe fue a ver a las rosas: -“ustedes no se parecen a mi rosa, - dijo- nadie las ha domesticado , son como era mi zorro ....semejante a otros cien mil zorros. Pero yo lo he hecho mi amigo y él es ahora único en el mundo. ......Entonces volvió el zorro: -“adiós-dijo el zorro- este es mi secreto: es muy simple: no se ve verdaderamente más que con el corazón. Para los ojos, lo esencial es invisible.
Y nos da el golpe de gracia al final del mismo capítulo –XXI–: “Los hombres han olvidado esta verdad –dijo el zorro- Pero tú no debes olvidarla: Eres responsable de lo que has domesticado. Eres responsable de tu rosa.

Y es así como muchos se preguntan: ¿en dónde está la belleza que nos seduce; en las cosas, o en quien las contempla? Pregunta nada fácil de responder. Aunque muchos ya se han trenzado en profundas reflexiones y emocionantes discursos, aún no hay una respuesta contundente, ni más faltaba, sería restarle emoción y variedad enriquecedora al tema. Por ello, hallamos abundantes luces. Por ejemplo el poeta Rainer Maria Rilke opina que “la belleza es aquel grado de lo terrible que aún podemos soportar” Stendhal dijo seguramente con un tembloroso suspiro que “la belleza es una promesa de felicidad” Entre aquella opinión y esta es decir entre aquello que nos cimbra y nos desgarra pero que aún soportamos por que nos deleita, y lo que nos asegura una plenitud promisoria, transcurre una especie de atención sensible que es la que al final podría entrar en contacto directo con las cualidades o atractivos ocultos de las cosas, fenómenos o criaturas: “ver lo invisible, ver con el corazón, y luego ser domesticado” según Saint-Exupery en otras palabras sería algo así como : ser seducido por el encanto oculto – la belleza- , asumirlo desde nuestra interioridad o profunda dimensión estética.

Esta seducción no implica posesión del objeto por parte del contemplador ni entrega subyugada de éste al objeto, algo así anularía el hechizo gratificante de la vivencia estética. Se hace menester desconectar todo interés práctico como en el caso de un cuerpo desnudo que se ofrece cual modelo para un artista, éste deberá desconectar o moderar sus pulsiones lúbricas para que la contemplación estética le permita aprehender con mayor acierto las impresiones y convertirlo en una Obra de Arte. Mogdiliani en su Pintura nos ha dejado reveladores testimonios de estas inquietantes conexiones entre las pulsiones de la libido y el goce estético; los cuerpos curvados, graciosamente delineados, y las expresiones faciales un tanto fuera de la mirada de quien los contempla nos conduce a imaginar esa promisoria felicidad que colmó al Artista en su transitoria y breve existencia.

Para finalizar y a manera de conclusión, esta humana cualidad de conmovernos o reconocer y reconocernos en la belleza con algo o alguien, nos ha acompañado desde los tiempos más remotos de nuestra historia, siempre estará con nosotros y nos ocupará en estas disquisiciones aunque no concordemos en las apreciaciones.

RESUMEN:


La condición sensible del ser humano ha permitido realizar fantásticas y apasionadas exploraciones de su naturaleza creativa desde los más remotos tiempos de la historia, como resultado de ello aparece el Arte, estableciendo aún mayores diferencias con los otros seres de la Creación.






BIBLIOGRAFÍA


DUNCAN Ronald J. Arte precolombino – Estética, en Gran Enciclopedia de Colombia Tomo 6 Arte. Santa Fe de Bogotá, Círculo de Lectores, 1993

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TAINE Hipólito. La naturaleza de la obra de arte. México, Editorial Grijalbo, 1969

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