LILA MARGARITA GONZALEZ PAINCHAULT
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Nace en Sincelejo – Departamento de Sucre 17 de octubre 1979
ESTUDIOS REALIZADOS
- Bachillerato Académico. Colegio Nuestra Señora de las Mercedes - Sincelejo
- Arquitectura. Universidad Autónoma del Caribe Barranquilla- Colombia
- Diseño de Interiores: Universidad Autónoma del Caribe Barranquilla
TALLERES
- Manejo del Color en Cerámica. Escuela de Bellas artes de Cartagena
- Diseño y grabados en cerámica. Escuela de Artes y Oficios de Bogotá
- Envejecimiento del color en cerámica Escuela Bellas Artes de Barranquilla
- Arte Country Escuela de Artes y Oficios de Bogotá
- Arte repujado sobre metal Asociación de Artesanos. Barranquilla
EXPOSICIONES
- Salón artistas universitarios. Escuela de Bellas artes Cali 1995
- Salón Teatro Municipal de Sincelejo. 1996
- Mes del artista sucreño Teatro Municipal de Sincelejo 1998
- Semana de la Juventud. Teatro Amira de la Rosa Barranquilla. 1998
- Semana Cultural Universidad Autónoma del Caribe Barranquilla. 1999
- Encuentro de artistas jóvenes de la Costa Caribe. Barranquilla. 2000
- Semana de Arte, Música y Folclor. Egresados UniPedagógica Nacional 2003
- Galería Arte Joven. Santa Marta. 2004
- Muestra artesanal Carnaval Barranquilla. Artesanos asociados Barranquilla.
COLECCIONES
- Mojana viva
- Cesta de pompones
- Claveles en guadua
- Desnudo
- Sueño con Europa 1 (paisaje)
- Sueño con Europa 2 (paisaje)
- Tierra y Música Caribe
- Una pincelada a la alegría mejicana
- Mariposa de Macondo
LILA MARGARITA GONZALEZ PAINCHAULT
Apenas contaba Lila Margarita pocos años de edad, y ya manchaba con sus manitas, todo pedazo de papel que tropezaba con las tapitas de vinilo. Al llegar de la escuela, corría al taller de su madre, pedía las pocas gotas que quedaban en los frasquitos de pintura que la “mami” impregnaba en los vestidos, con vistosos colores. En la escuela, Rayaba y rayaba, como si sus deditos fuesen carboncitos invisibles. Nos traía de la escuela, las manchas que antes eran hojas blancas y, nos decía: “Este es el cielo y el mar, estas son flores rojas, y, este es el arco iris” ya a esa edad, descifraba a su manera, el enigma de la naturaleza.
A los seis años, comenzó a asistir los fines de semana a la Escuela de bellas artes; allí fue asociando más sus primeros creyones con las blancas hojas de papel y las diversas cartulinas. Pero pareciera que se hubiesen asociado más sus dos nombres de pila, con el deseo de rayar, manchar el papel y las coloridas cartulinas con su naturaleza humana.
Yo, que la llevaba, la traía todos los sábados y, que la observaba, fui notando en ella, una evolución muy sutil pero firme y con devoción, y por otro aspecto un apego, mejor, un arraigo sobre la vida de la naturaleza. Quienes hemos estado a su lado (Anita, y yo), recordamos aún su habilidad y destreza para manejar los temas de la naturaleza, con una precisión en las formas que conllevan una visión profunda que fundamenta su obra desde el inicio. Había desde el principio y, lo hay ahora, un arte de observar las formas de la naturaleza en cualquier hecho incidental. Aquí se trata de alguien que ve las formas de lo natural, del mundo dibujadas en lo que a los demás mortales nos parecen simples manchas, o simples rayas.
Cuando observamos esa misma obra diez años después, notamos que aunque hay una gran transformación evolutiva en cuanto al uso de técnicas que han ido enriqueciendo los resultados plásticos, pero encontramos a la artista plantada en el mismo sitio. Desde allí, desde esa perspectiva sigue mirando al mundo a la vez inocente y asombrado ante el fenómeno natural. La paleta se ha enriquecido con tonalidades nunca vista en sus pinturas; se ha cuajado la flor en una afirmación tajante; se ha hecho profunda y contrastante la naturaleza y se nota hasta una atmósfera llena de mística, de un algo que sube desde lo más hondo y recóndito de las serranías de los montes de María, de las tierras lluviosas de la Mojana y, del mar caribe sucreño, por ejemplo, algo que llega, que viene con la bruma que se esconde tras el follaje claro de lo cotidiano. Es más evidente ahora ese deseo de rescatar lo natural de ese cataclismo que parece no venir ahora de su propia dialéctica sino de la necia y desgastada mano de los hombres.
Así, cuando los materiales eran sometidos al calor del horno, se formaban abultamiento, rasgaduras y agrietamiento, brillos inusitados y deslizantes en los cuales el ojo de la artista sabía adivinar, presagiar un follaje oculto, el brillo el brillo, el brillo del doblez de una hoja movida por el viento, una serranía desdibujada en un atardecer de ocre, una ola que se estrella sobre una playa sinuosa e infinita. Desde ese plano, Lila Margarita, se asocia con los colores y los aromas de sus flores, representados en los cestos de pompones y claveles, con el verdor de nuestras tierras y paisajes mojaneros, los sueños con Europa, con el mar caribe, y las serranías de los Montes de María.
Luís González Montes