LEANDRO SÁNCHEZ B.
Currículo
Leandro Sánchez Bobillo. Artista pintor y restaurador.
Nacido en Palma de Mallorca el 2 de Diciembre de 1946.
Datos Personales:
e-mail:
Web:
www.leandrosanchez.com Web: http://leandrosanchez.com.artelista.com
Formación:
• Estudios de Historia del Arte y técnicas de la pintura en la Escuela de Arte y Oficios de Palma de Mallorca.
• Estudios de los procedimientos de restauración en el taller de Antonio Mora
• En 1999 paso a ser responsable de las restauraciones del Museo de Santa Teresa en Ávila.
Exposiciones colectivas:
• Exposiciones con el grupo Foners en los años 1995 y 1996 en diferentes salas de Mallorca.
• Exposición con pintores orensanos como son Jaime Quesada, Alexandro, Robert, etc. en el Xesteira. Ourense 2007 y 2008.
• Colectiva en Galeria José Lorenzo de Santiago de Compostela en Julio de 2008.
• En Octubre de 2008 con Galeria Tribes en el Carrusel del Louvre de Paris.
• En Noviembre de 2008 con Galeria Tribes en la feria de Arte en Salzburgo (Austria).
• En Enero de 2009 expone una colectiva en Lisboa con Galeria Tribes de New York.
• En Marzo de 2009 colectiva en el Ayuntamiento de Oliva de la Frontera (Badajoz).
• En Junio de 2009 colectiva en la sala Vaquero Poblador de la Diputación de Badajoz.
Exposiciones individuales:
• 1998 – Galería 19 de Garfella (Palma de Mallorca)
• 2001 – Ayuntamiento de Santa Margarita ( Mallorca)
• 2001 – Liceo ourensano.
• 2002 y 2004 – Sala de Arte Studio 34. Ourense
• 2002 – Café Cátedra. Ourense
• 2003 – Café Cabanillas. Ourense
• 2004 – Café Duque y Café La Cayaya. Ourense.
• 2005 – Casa de Cultura Ayuntamiento de Celanova.
• 2005 – Casa de Cultura Ayuntamiento de A Valenza
• 2006 – Liceo de Ourense.
• 2008 – Museo Municipal de Ourense.
• 2008 – Galeria Manuel Márquez de Ourense
Certámenes:
• Finalista en el III Certamen Internacional de La Caja de Ahorros de las Baleares. 1977.
• Finalista en la l Bienal de Arte Contemporáneo de Ibiza.
• Finalista en el IX Certamen de pintura Timoteo Pérez de 2009, en Oliva de la Frontera (Badajoz) de 2009.
Ubicación de la Pintura Sacra:
• Cuadro de la Beata Sor Francinaina Cirer. Iglesia de la Merced. Palma de Mallorca.
• Cuadro de San Pedro. En la Parroquia de Nuestra Señora del Carmen. Capdellá. Mallorca.
• Cuadro de la Virgen de Garabandal. Parroquia de Nuestra Señora de los Angeles. Son Ferrer. Mallorca.
• Cuadro de la Beata Madre Maravillas. Iglesia Convento Carmelitas Descalzas. Palma de Mallorca.
• Virgen del Carmen con Carmelitas Descalzas. Iglesia Convento Carmelitas Descalzas Palma de Mallorca.
• Niño Jesús. Parroquia de la Soledad. Palma de Mallorca.
• Beata Santa Catalina Thomas. Ayuntamiento de Santa Margarita. Mallorca.
• Cristaleras Iglesia Casa de la Madre. Zurita. Cantabria.
Ubicación de la Pintura Hiperrealista:
• Pinturas Tato (Ourense)
• Arte Pérez (Ourense)
• Galeria José Lorenzo (Santiago Compostela)
• Galeria Manuel Márquez (Ourense)
• Museo Municipal (Ourense)
• AICOA (Archivo Internacional Central de Objetos de Arte)
• Galeria María Castro (Ontinyent) Valencia.
• A Gathering of the Gallery Tribes de New York
Colecciones particulares de:
• Mallorca, Barcelona, Ourense, París, Le Havre, EE.UU., Vigo, Santiago de Compostela, Bilbao y Valencia.
Proyectos:
• En Septiembre de 2009 inauguración en la Galeria José Lorenzo de Santiago de Compostela.
En Leandro Sánchez, como en Antonio López o en Eduardo Naranjo, converge la privilegiada habilidad de quien, al colocarse delante del lienzo en blanco, sabe descubrir ese momento frugal en que la virtualidad le da la mano a la realidad para transformarla en ficción y, por lo tanto en arte, sin perder la hermosa perspectiva de lo real.
Este artista goza de la virtud de ser capaz de transformar una rendija de una puerta, una piedra o incluso la extremada pequeñez de una mosca, en arte.
¿Es arte ir un paso más allá de lo que ven nuestros ojos y, no solo evidenciar la realidad, sino incluso mejorarla? Pues bien, si quien lo hace es un maestro del detalle como Leandro Sánchez, desde luego que si. Porque su secreto radica en el reconfortante placer de lo real.
Antonio Piñeiro.
Leandro Sánchez Bobillo (Palma de Mallorca, 1946), formado en la Escuela de Artes y Oficios de la capital balear y en el estudio de Antonio Mora, llegó hace ya algunos años a la pintura con el bagaje propio de su profesión y su experiencia como veterano restaurador de obras de arte.
Universidad de Salamanca
Ambas improntas son perceptibles en su producción, etiquetable como hiperrrealista, corriente que ahonda sus raíces en el realismo decimonónico, enriquecido con diversas connotaciones de los grandes clásicos, así como con otras de algunos de los estilos surgidos en la Europa del período de entreguerras. Éste es el caso de la pintura metafísica, el surrealismo o la nueva objetividad alemana, que inicialmente fue bautizada por Franz Roth como realismo mágico. Ésta fue la primera vez que en la historiografía del arte se utilizó esta acepción, que después ha sido aplicada con frecuencia por estudiosos y críticos para algunas obras hiperrealistas.
La pintura de Leandro Sánchez, tanto la de gran formato como la de pequeño formato, comparte con el hiperrealismo, aparte de la técnica minuciosa, detallista y de ejecución lenta, muchos temas, entre los que cabe destacar multiplicidad de sencillos objetos cotidianos, que casi podríamos tildar de vulgares, en los que a menudo es perceptible el lastimoso paso de los años, traducido en una evidente vetustez o incluso en una manifiesta pátina, en el sentido que tiene esta palabra de la indefinición que adquieren algunas cosas con el tiempo. Un arsenal iconográfico de gran veracidad, representado con un evidente realismo, que sorprendentemente va unido a un aire atemporal, fantástico y a menudo insólito. Todo ello sitúa al contemplador en una especie de encrucijada entre la realidad y lo ilusorio y en el dilema de lo engañosa que puede resultar la apariencia. Las obras de este artista mallorquín, que forman parte de colecciones privadas españolas, francesas y norteamericanas, son fiel exponente de todo ese imbricado y sugerente proceso de creatividad.
La huella de los grandes maestros del bodegón español del Siglo de Oro como Sánchez Cotán, Van der Hamen, Luis Meléndez, Tomás Hiepes o el propio Zurbarán es perceptible en sus naturalezas muertas. Sin embargo, la relación, más bien habría que decir la referencia, tal vez esté más en la propia formación en materia artística del espectador que se acerque a sus cuadros que en los lienzos en sí mismos, pues muchos de ellos, al igual que sus predecesores del siglos XVII, están presididos por sencillos objetos de menaje o lencería doméstica, así como por simples frutas como los limones. Sin embargo, este repertorio forma parte de composiciones rupturistas, en las que estos elementos, pese a su vocación de innegable protagonismo dentro de lo que serían las coordenadas académicas, llegan a perder peso o por lo menos compartirlo con otros detalles menos convencionales como son los papeles estrujados, las cuerdas toscas o las telas cosidas de manera irregular que a menudo les roban superficie e importancia específica. Así las cosas, estas particulares puestas en escena trastocan e impactan el espíritu del contemplador de estos lienzos, que tienen un evidente halo enigmático y ensoñador que atrae y atrapa, pese a la facilidad de aprehensión inicialmente previsible en obras de técnica hiperrrealista y al distanciamiento con que a menudo el artista parece acercarse a este mundo pictórico. Sin duda, una parte de estos logros y efectos tiene que ver con la cuestión de los “tiempos”, derivados de una cierta voluntad de congelar los objetos y, en definitiva, la propia realidad que indefectiblemente aboca hacia la lentitud y el sosiego.
Otro tanto cabría decir respecto al tema tradicional del cuadro dentro del cuadro y del trampantojo tan habitual en el barroco, ya que algunas obras de Leandro Sánchez obedecen a ese planteamiento general, por otra parte muy extendido en el hiperrrealismo, que pretende y de alguna manera aspira a confundir al espectador con la representación de espacios, objetos y luces con un sentido de la tridimensionalidad y de la realidad que rozan el bulto redondo. Sin embargo, una vez más al colocar sobre baldas o alacenas objetos de la más pura vacuidad o incluso de una estética rallana en lo kistch pulcramente alineados como si fueran piezas únicas, como ocurre en el cuadro Simbología presente en esta muestra, el artista consigue trascender, gracias a la doble circunstancia de, por un lado, situar al contemplador en mundos muy próximos y cotidianos, y, por otro, por el hecho de que el pintor se coloca frente a ellos con la misma profesionalidad y respeto que si fueran majestuosos.
La querencia del hiperrrealismo por la arquitectura y las referencias urbanas, en las que una vez más conviven el realismo y la ensoñación, se manifiesta en las obras del artista mallorquín en encuadres muy cercanos de superficies de paramentos desconchados y bloques de sillarejo o mampostería, representados con gamas de grises y pardos especialmente ricas, de lo que es un magnífico exponente el lienzo La Región, incluido en esta exposición. Asimismo, una serie de cuadros dentro de este subgénero están presididos por elementos pertenecientes a otros campos de la construcción como la cerrajería y la carpintería. Es el caso de puertas, ventanas, antepechos, manillas, aldabas, etc., en donde una vez más su artífice juega con la imagen de la vetustez, la pátina e incluso un manifiesto abandono, que van de la mano de la propia magnificación de estos objetos, a veces en lienzos de grandes dimensiones, y una técnica inequívocamente preciosista.
Asimismo, el tema del collage, tan extendido en la estética de la pasada centuria, revolotea por buena parte de la producción de Leandro Sánchez, ya sea de motivos arquitectónicos o de bodegones, a menudo con las intenciones propias del trampantojo, aunque, en realidad, sea simulado con pintura y, por lo tanto, no incorpore recortes de diferentes soportes. No obstante, en ocasiones muchas de las inscripciones que aparecen en sus lienzos tienen gran relevancia en la capacidad de estas obras para trascender e inquietar. Éste es el caso del lienzo Paquete, que forma parte de la presente muestra, que deja ver la anotación URGENTE, palabra que en sí misma parece contradecir lo que de ritmo callado, sosiego y atemporalidad hay en estas obras.
Por último, están sus cuadros de asuntos religiosos, temática que no siempre ha sido afortunada ni ha cosechado grandes logros en la pintura española del siglo XX, pese al importante episodio de los grandes muralistas de los años cincuenta y sesenta, que incorporaron de una manera particular y hasta original planteamientos de algunas de las llamadas vanguardias históricas, en sintonía con la renovación experimentada por la arquitectura de nuestro país y muy concretamente por la tipología religiosa, en aquellas décadas tras un período de marcado aislamiento. Estos lienzos de Leandro Sánchez reflejan la traslación de la estética y los planteamientos hiperrealistas a un mundo que por sus propias connotaciones tiene un carácter sublime, aparte del misterio inherente a comunidades cerradas en sí mismas como es el caso de la vida en los conventos de clausura.
La exposición organizada por el Museo Municipal de Ourense, a cuyo catálogo sirven de preámbulo estas líneas, es fiel reflejo de la producción más reciente del artista, de sus preocupaciones e intereses, de su sensibilidad y oficio y, sin duda alguna, de su maestría tanto en el color como en la forma.
Independientemente de su formación, el contacto directo y constante con un tipo de pintura y escultura, que claramente podríamos encuadrar en lo que genéricamente denominamos la tradición clásica, dentro de los quehaceres propios de un restaurador, le pusieron en estrecha proximidad con la temática de asunto religioso y con piezas manifiestamente realistas.
Maite Paliza Monduarte
Profesora de Historia del Arte en
La Universidad de Salamanca
Unha vez contoume que un rector dunha Universidade -penso que de Mallorca- no acto sempre concorrido da inauguración dunha mostra botou un tempo mirando un dos cadros que penduraban na sala onde Leandro Sánchez estreaba exposición e aínda que tentou algúns acenos, reprimiuse e non o fixo.
Mais, despois de permanecer atento uns segundos co fin de comprobar se a lóxica da natureza en movemento o sacaba das dúbidas que o inundaran ó reparar nun case ínfimo detalle daquela obra, non puido menos ca acabar pedíndolle permiso ó autor para comprobar fisicamente –é dicir, achegando o dedo ó lenzo- se aquela mancha alí pousada era ou non era unha mosca.
Evidentemente, cando o índice procurou as tres dimensións -ou o insignificante vulto redondo- o único que atopou foi a figura plana do insecto tan perfectamente mimetizado sobre o lenzo que case o levou a ruborizarse.
¡Non tocar!, debería ser, pois, un dos avisos necesarios que os comisarios das exposicións de Leandro deberían pendurar a carón da súa obra, cada vez que organicen unha mostra, xa que logo, igual có “Santo Tomás” universitario, calquera que se achegue á súa obra cun certo tino e algo de concentración, tarde ou cedo ha sentir ese desexo irrefrenable de querer comprobar co verismo do tacto se aquela cinta está pintada ou despegada adrede, se aquel marco que abraza á obra é de madeira ou un minucioso engado artístico, ou se aquel cordel fura ou non fura o lenzo.
Mirar, si. Pero, ¡non tocar!, porque entón trastornarase o misterio do verismo. O misterio que provoca a obra de Leandro, non xa pola temática de seu, nin sequera pola señardade ou singularidade dos temas escollidos para seren transformados en arte, senón pola limpeza cristalina da súa factura.
Pois Leandro é dono desa rara cualidade que posúen os bos fotógrafos, que saben que non é na simetría onde radica a virtude do mellor encadre. Pero tamén é dono desoutra condición, igualmente necesaria, que é a que ten o artesán á man para facer que a man reproduza exactamente o que dictan as ideas.
Estou referíndome a ese Leandro que agarda pacientemente a que as cousas –as naturezas vivas- alcancen un estado de decrepitude tal que as transforme en naturezas mortas, para logo ser quen de elevalas á categoría do estético, á arte en definitiva, pois non hai mellor definición da arte ca aquela que di que a arte é a estética da vida.
É certo que hai outros Leandros. Incluso o Leandro escultor que transformou unha foto na efixie a escala dun meu amigo e agora, cando a xente pasa por diante da taberna que el rexenta, de cando en vez mira onde está a fenda para tentar deixar caer unha moediña, coma se mesmo se tratase do peto de ánimas da miña parroquia.
Pero a min interésame o Leandro que fai da realidade unha película. É dicir, o Leandro que mellora a realidade. E, mellorando a realidade, continúa medrando como artista.
Antonio Piñeiro