DE LA SANGRE EN MOVIMIENTO A LA FLOR DE LA PASIÓN
11 de Diciembre del 2008 a las 07:08:40 0 Leído (573)
VÍCTOR ARGÜELLES ÁNGELES:
DE LA SANGRE EN MOVIMIENTO A LA FLOR DE LA PASIÓN
La obra de un verdadero artista no representa al mundo sino a su circunstancia dentro del contexto en el que su sensibilidad e intelecto forman parte de una experiencia con el suceder del mundo, en el devenir de las horas: el artista es el punto de coincidencia entre el espacio y el tiempo. Más que un testigo, Víctor Argüelles Ángeles, apuesta por intervenir lo que mira y lo que siente. Interviene su mundo y lo hace por un delicado y frágil puente: el color. En sus obras más interesantes, es el rojo el catalizador para llamar nuestra atención, es en el rojo donde este joven pintor visualiza el transcurso de lo físico a lo simbólico: de la sangre en movimiento a la flor de la pasión. El uso de otros colores es muchas veces un sencillo coro desde donde el rojo alza la voz. Víctor Argüelles traza (literalmente) una línea, a veces recta, otras veces laberíntica, entre lo elemental de las formas y lo cercano a lo figurativo. Una visión casi botánica, orgánica de las sensaciones y de las emociones, surge inevitable, como el primer tallo de la semilla olvidada en un campo agreste. Del basamento ineludible del color, pasa a un andamio no menos riesgoso pero afortunado, el movimiento de la forma: hay en su obra una manifestación activa, un desplazamiento que ofrece al objeto una voluntad propia que en el ojo del espectador se convierte en un ser vivo, descriptible sólo por su amorfa estancia en el mundo que nos invita a pensar en un proceso, un “fluir”, una crónica avanzando y abriéndose paso entre la materia que tiene un pie en lo real y otro en lo onírico. Su intuición lo lleva de lo geométrico al rompimiento de las formas, del objeto (un rostro, unas tijeras) al cuestionamiento de la “funcionalidad” de ese objeto. Costuras, allanamientos de sentido, atmósferas de extraña naturaleza y seres que parecen nacer y expandirse, van configurando una estética personal, una identidad: el mundo no es lo mirado, el mundo es el que mira.
Esta obra es un proceso de reconocimiento, similar al que nos invade la primera vez que experimentamos el odio, el amor, la ternura; el asombro que nos derriba y deja que sea el reposo lo que forme su propia taxonomía, su propio catálogo de experiencias. Ya en Víctor Argüelles Ángeles se leen estas preocupaciones, él sabe que la obra es un hacer, no un llegar, porque en la pintura, como en cualquiera de las artes, no hay puerto seguro, sólo un oleaje que nos hunde y nos saca a flote según nuestra destreza para navegar en la incertidumbre.
Jair Cortés
Tlaxcala, Mayo de 2008