Instantes Perfumados
Magdalena Clariá, la exuberancia y la expresividad sutil. Por Joan Lluís Montané de la Asociación Internacional de Críticos de Arte (AICA.
Magdalena Clariá busca la exuberancia en sus conjuntos de flores, mostrando un predominio del primer plano, también de otros planos que nos aproximan a las partes superiores e interiores de las flores, preferiblemente rojas, que cubren la composición con su perfume cromático.
Todo ello para buscar la belleza de un lenguaje plástico, que renuncia al detalle, en función del color y el gesto, auténtico sesgo, que le confiere una impronta sugerente al conjunto de su obra nutrida de flores expresivas, alegóricas, casi simbólicas, pero, realistas, asentadas en el movimiento.
Su obra en acrílico es más gestual, de colores intensos, dentro de una síntesis escenográfica, para resaltar, especialmente, las flores, detalles de las mismas, siendo captadas como si fueran el resultado de momentos, de instantes profundos que se recrean consigo mismas para trasladarse a la voluntad específica de la naturaleza que consiente el avance hacia la consecución de lo concreto, específico y racional.
Sus acuarelas de flores son más sutiles, buscando el centro de la composición, la naturaleza cromática de tonos suaves, entrañables, casi íntimos, como si fueran partes de una mente interior que buscara la singularidad en las consecuciones insinuadas más emblemáticas.
Somos el resultado de momentos, de ahí que sus composiciones florales se alejen de lo académico, buscando el momento, el aura del instante, que capta el estadio, los sentidos, los estados de ánimo.
Construye a través del gesto, sin llegar al detalle excesivo, permitiéndose ciertas licencias para alcanzar una visión genérica de una realidad que transforma, para avanzar hacia la fantasía de la creación, coincidiendo con la belleza que encierra la naturaleza, interpretándola con recursos plásticos notables, tanto a nivel cromático, como de dibujo y composición.
Instantes Perfumados VIII
Instantes Perfumados XIII