Juan Carlos Matilla Álvarez nace en Toro (Zamora) en 1968.
En 1987 ingresa en la Facultad de Bellas Artes de Salamanca donde se licencia por la especialidad de pintura en 1992.
Desde 1996 ejerce como profesor de Dibujo de Enseñanza Secundaria, labor que compatibiliza con el desarrollo de su proyecto pictórico.
Las pinturas de Matilla están realizadas con un enfoque siempre personal, recurriendo a los entornos próximos, poniendo el foco en las naturalezas a menudo decrépitas y prestando especial atención al agua que, desde los ocasionales charcos hasta el mítico Duero, adquiere especial protagonismo en muchas de las obras.
El tratamiento que el artista hace del género paisajístico se puede considerar peculiar en cuanto a los encuadres, puntos de vista, formatos y motivos elegidos. Existe una deliberada búsqueda de la dignificación de lugares y rincones "humildes”, acaso vulgares. Son, en definitiva, imágenes de lo cotidiano, en las que no se suele reparar, y que por ello sorprenden. Su obra se centra en la inagotable fuente de inspiración: la observación directa de la naturaleza, de los entornos inmediatos. Presta atención a lo insignificante, ordenando el caos natural en la composición y emulándolo en el trazo gestual y accidentado. Es la filosofía de buscar la belleza en aquello que a priori no es considerado bello por sí mismo. Matilla rescata para la mirada del espectador a los seres o, más bien, a sus despojos, convirtiéndolos en protagonistas, elevándolos a la dignidad sólo reservada a los más nobles modelos pictóricos, haciendo suyo el principio de que lo simple y lo cercano puede ser, a la vez, lo más Universal. Matilla se recrea frecuentemente en la potente estética del caos, fruto del implacable paso del tiempo, enlazando así con uno de los géneros de más arraigada tradición en la Pintura Española: la vanitas. Para el artista, el mundo botánico se revela como un auténtico filón para el análisis plástico, con una gran carga simbólica. Del estudio de sus formas surgen nuevas series que tienen como motivo la recreación estética, unas veces más subjetiva, y otras con minuciosa descripción realista.
El desarrollo técnico en la elaboración de la obra se basa, entre otros recursos, en dotar a la obra de frescura en la realización y un mayor grado de expresividad: veladuras, empastes, trepas y esgrafiados, realizados con rapidez de ejecución en busca de la máxima efectividad visual. Es el arte de sugerir la imagen con un mínimo de elementos plásticos, dejando al espectador el fascinante trabajo de concluir la imagen con su mirada. Otras veces adopta y reinventa técnicas propias del grabado aplicadas a la pintura al óleo y a la acuarela (reservas) que permiten "rescatar" y aprovechar efectos de capas pictóricas inferiores que ya habían sido cubiertas con otras capas mediante el raspado en fresco. Como en otras ocasiones, muchas de las acuarelas que se exhiben en esta muestra contienen tratamientos de óxidos de hierro y pigmentos que pretenden recrear una atmósfera más próxima a lo lírico que a la pura representación.