Me doy cuenta, no sin sonreir, de que no estamos sólos aquí, en este mundo de extraños y de prisas. Hoy me ha sorprendido muy gratamente el azar cuando he encontrado a alguien con quien hace más de diez años me cruzaba casi a diario y no llegué a conocer. Estudiábamos en la misma escuela de arte en Sevilla, y era de las pocas personas cuyo trabajo me intrigaba.
En estos años en los que he amasado experiencia, intuición y mucho barro he aprendido a valorar lo importante que es mirar hacia atrás y ser agradecido. Las personas que nos dedicamos a la creación sabemos bien lo importante que es no perder la perspectiva, y cuando estamos inmersos en un trabajo , y sabemos que falta algo y no averiguamos qué es, intentamos darnos un respiro, alejarnos de la obra unos minutos y de nuevo volver a mirarla como si no lo hubiésemos hecho antes, para que éso que nos falta nos salte a la vista y nos dé la solución que buscábamos y no hallábamos mirando, mirando y volviendo a mirar. Sí, porque al mirar atrás, apreciamos que todas y cada una de las personas que han pertenecido a nuestros paisajes nos han aportado su granito de arena para que hoy seamos lo que somos y como somos. Su perspectiva, su luz, su sombra; una sonrisa, un consejo, un abrazo... Quisiera agradecer a las personas que me quieren y que me han querido, que hayan dejado sus granos de arena en mi camino. Gracias, porque cuando no estoy segura de por dónde continuar, sólo tengo que mirar en mi interior e imaginar que acaricio de nuevo esa arena con mis dedos. Así siempre vuelve a sonreir mi corazón.
Eva María Caballo Pérez.