Che, el argentino
09 de Septiembre del 2008 a las 13:31:02 0 Leído (478)
La primera parte de la película documental sobre Ernesto Guevara se ha estrenado en España precedida de un fuerte dispositivo publicitario, que hace honor a la calidad de la cinta. Durante ocho años Steven Soderbergh, el director del film —dividido en dos partes, la ya citada en el título y Guerrilla—, y Benicio del Toro, el actor protagonista, han visitado Cuba, hablado con personas que conocieron a Ernesto Guevara en persona y leído todo lo que ha caído en sus manos sobre la figura del Comandante guerrillero.
El resultado no desmerece, en mi opinión, el largo trabajo de preparación realizado. Basado en textos del propio
Che Guevara, la primera parte del documental es un excelente ejercicio de narración cinematográfica con vocación realista y pocas concesiones al histrionismo o al sentimiento facilón. Es una aproximación meditada y rigurosa a uno de los personajes más importantes del siglo XX, con la dificultad que ello conlleva. Había que elevarse sobre la mítica foto del
Che —realizada por el fotógrafo cubano Alberto Korda— para que el guerrillero que protagoniza la cinta no se viera desbordado por la utilización hasta la saciedad de ésta en camisetas, vasos,
pines y un largo etcétera de objetos de consumo. Steven Soderbergh y el guionista Peter Buchman pienso que lo han conseguido. Con la ayuda de Benicio, claro está, de un grupo de actores que representan de manera espléndida a los «barbudos» de la Sierra Maestra y una muy conseguida puesta en escena.
Impecable Benicio del Toro en su papel de
Che Guevara —que ya le ha valido un premio en Cannes— transmite con enorme intensidad el carácter que «suponemos» debió tener el Comandante los que pudimos verlo muy poco cuando vivía, aun a pesar de que, como he dicho, la película no hace ningún guiño al sentimentalismo sin horizontes que acompaña al cine hoy en boga. Demián Bichir borda la figura de Fidel Castro (a quien conocemos algo mejor después de tantos años), y Santiago Cabrera lo hace, asimismo, con la también mítica figura de Camilo Cienfuegos, quien moriría en 1959 en un oscuro accidente de aviación que hasta el momento no se ha esclarecido.
Sin embargo, desde otra perspectiva es posible decir que la historia se queda «en las nubes».
Che, el argentino pasa más que de puntillas sobre la realidad social que originó el fuerte apoyo social que tuvo la guerrilla revolucionaria entre casi todas las clases sociales de Cuba, sólo reflejada en unos breves comentarios —fríos y estadísticos— de Castro durante una cena, preludio del embarque en el yate Granma hacia la isla, y algunas «pinceladas» que hay que buscar con lupa en la pantalla. Así, nos encontramos inmersos desde el primer momento de la proyección en la historia de unos revolucionarios que van a luchar contra un dictador —Baptista, sobre el que confluye el odio del pueblo cubano— al que, después de su gesta en las montañas, vencen y entran en olor de multitud en La Habana. Entiendo que la Historia (con H mayúscula) no es tan simple; supongo, también, la dificultad para realizar a estas alturas una película del estilo de
Queimada o
La batalla de Argel (ambas de Gillo Pontecorvo) o, por poner un tercer ejemplo,
Novecento, de Bertolucci: no están los tiempos como para tirar cohetes en este aspecto. Quizá tampoco les haya parecido «necesario» a sus realizadores dado el conocimiento mediático a nivel universal de la figura del Che Guevara, conocimiento que, por ello, ha servido para vaciar de contenido real a la persona del revolucionario argentino y sólo hayan buscado desposeer al mito de su lastre y elevarlo a lo que tiene de real, histórica y humanamente. Si esto es lo que se ha buscado, en mi opinión lo han conseguido (y de largo) con esta excelente primera parte que servirá, sin duda, para mostrar a las nuevas generaciones quién era el «verdadero»
Che y cómo andaba el planeta allá por los años 60 del siglo pasado.
Hay que esperar que la segunda parte de la película sea estrenada con prontitud, pues hoy en día las cosas se olvidan con facilidad. Quizá los exhibidores de
Che, el argentino se han olvidado ya del estreno de
Siberiada, la magnífica película de Andrei Konchalovsky, cuyos 275 min. se pudieron ver —por suerte— en un pase de «sesión continua».
La figura del
Che, redimido de su mito, lo merece.
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(Artículo publicado originalmente en la
Revista Almiar, nº 42, septiembre-octubre de 2008)