LARGA NOCHE COLOMBIANA

10 de Julio del 2008 a las 06:52:53 0 Leído (719)

¿CESÓ LA HORRIBLE NOCHE?

Bandera de Colombia:

Tres franjas de colores amarillo, azul y rojo

Coro y primera estrofa del Himno Nacional de Colombia

Coro:
¡Oh gloria inmarcesible!
¡Oh Júbilo inmortal!
¡En surcos de dolores
El bien germina ya!

1a. Estrofa
¡Cesó la horrible noche! la libertad sublime
derrama las auroras de su invencible luz.
La humanidad entera, que entre cadenas gime,
comprende las palabras del que murió en la cruz.
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Una de las noches más largas del Universo la vive Colombia.

Esa noche es el desayuno de los desposeídos, el almuerzo de los olvidados. Ellos cenan con el pan duro que les ofrece la indiferencia de los diestros y siniestros que detentan de alguna forma el poder y con júbilo inmortal abusan de él y que obtienen dinero sucio con el ejercicio eterno de la corrupción, del narcotráfico y de todo tipo de gestión ilícita.

El surco de dolores está aún esperando que germine la semilla del bien, aunque sean unas cuantas de las miles sembradas por los jornaleros hambrientos, inocentes e inermes. Estos son jornaleros sin jornal. Su mesa permanece muy limpia, pero no es por el aseo solamente, es que nunca se usa. En la larga noche de su vida de dolores no ha habido qué comer. Jornalea desnudo del cuerpo y con el alma desgarrada.

Con los lomos vencidos, carga aún los símbolos patrios: el himno, el escudo y la bandera, queriendo aferrarse a ellos porque supuestamente le hablan de esperanzas realizables a partir de un esplendoroso día que por fin ha de venir.

La bandera desteñida es el único abrigo para su curtido cuerpo, pero ella también está hecha jirones, porque todos los desposeidos como él halan de sus puntas para obtener un cantico que arrope el frío constante de su ser. Este desteñido abrigo no tiene el amarillo brillante original, ni el azul profundo de las aguas de los ríos y de los mares; unos pocos, con ansias de poder los agarraron y se los apropiaron dejando sin sus riquezas al jornalero. Lo único que le queda a ese amado trapito es el rojo, y éste, cada vez, es más parte del total de esa improvisada cobija. Aquél grupo ladrón casi mató las ilusiones de los jornaleros, pues sin riquezas y sin sus hijos, porque también se los quitaron, tuvo que echar mano de la antorcha siempre encendida de la esperanza, que aparecía en lo alto del monte.

Y haciendo la marcha, se dirigió allí, al monte, a implorar su libertad, a implorar la igualdad, a rogar por la devolución de los principios perdidos. El pueblo jornalero no quiere luchar con armas que destruyan a sus hermanos. El pueblo jornalero quiere vivir, quiere amar, quiere reír. El pueblo jornalero no quiere ninguna forma de lucha. Quiere acariciar la tierra con sus propias manos para tomar de ella el alimento justo del diario vivir.

La tal lucha armada no ha enmugrado la mesa de los pobres y oprimidos aunque sea con un pequeño reguero de comida. El pueblo jornalero es tan limpio que no tiene nada y la vez lo tiene todo, y de ese todo lo más importante: las manos, el corazón y la mente limpios.

Y en esa horrible noche de su vida, tampoco le quitaron las ansias de soñar. Todavía carga en su mochila la esperanza de la resurrección de los valores y de las virtudes, sueña también con la alegría de ver a las generaciones por venir como robustos ciudadanos cumplidores de sus deberes y conocedores de sus derechos. Sueña a los hombres y mujeres del mañana como personas que lo tienen todo y que lo único que les sobra son ganas de compartir la felicidad y el amor plenos.

… y, el Hijo está sentado a la diestra de Dios Padre…

El pueblo colombiano un día también se sentará con ellos a disfrutar del banquete del amor.

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