Curvo expresionismo pop 2005
¿Cómo carajo se presenta la obra de arte de un amigo? O mejor dicho, ¿qué se dice de la obra de arte de un amigo del alma, de un compañero, de una de esas personas que son irrepetibles? Sinceramente, yo que cojones sé.
Bueno, en realidad, si lo sé, pero resulta muy difícil hablar de la obra de Antonio Gallero sin hablar de Antonio Gallero. Y eso a mí me gusta, porque cuando te acuerdas de este tío te alegras, no hay otra opción posible. Y cuando disfrutas de su propuesta artística también, no se puede hacer otra cosa. Os lo voy a demostrar.
Resulta que si te plantas delante de uno de sus cuadros, y en él aparece una paella, pues te entran unas ganas tremendas de prepararte un arrocito; si en otro asoman unas sombrillas y unas terrazas de verano, pues comienzas a acordarte de un atardecer en Málaga, de un cubatita y de buena compañía; y si en alguno se curva la bahía de Cádiz o un paseo de Amsterdam, te dices que alguna vez tienes que pasarte por allí.
Pero no me entendáis mal, esto no significa que el curvoexpresionismo de Antonio sólo invite a comer o a pasear, lo que quiero decir es que lo más importante de su obra eres tú, porque al suprimir la figura humana de sus lienzos, el espectador tiene un cheque en blanco para hacer y pensar lo que le apetezca sobre la estética de Antonio, nos pone delante un billete de ida y la vuelta ya la hacemos nosotros cuando nos dé la gana. Las obras de Gallero están hechas para tocarlas, para escucharlas, para perderse, para encontrarse y para irte a casa con una sonrisa de oreja a oreja, sabiendo que delante de uno de sus cuadros se ha puesto a funcionar la parte más amable de tu cerebro.
¿A quién leches se le ocurrió pensar que la realidad es recta y uniforme? ¿Y quién dijo que los colores no le dan la vuelta a una esquina y se mezclan con los cuatro elementos de la vida? ¿Seguro que la línea recta es la distancia más corta entre dos puntos? Desde luego, Antonio Gallero no piensa así, y me alegro. Me alegro que sus colores se curven, que nuestras pupilas se dilaten y que la luz de sus obras salga y entre a su antojo, sin manual de instrucciones ni prejuicios estúpidos.
Pues nada, ahora sí que no sé que más contaros, creo que mis palabras aquí van sobrando, y lo que mola es que os déis una vuelta por la sala y os dejéis llevar: pero no os pongáis el cinturón de seguridad para el viaje, ya veréis como el cosquilleo es más grande y las ganas de subirte al avión que conduce Antonio, mayores.
Daniel Gutiérrez, 16 de mayo de 2008.
“Pasa, la cena está se...
Tiempo relativo, creo que...
Benagalbón y una cerbeci...
La montaña de Saint Vict...
Éste es el último, can...
Vente a comé pehcaito a ...
Los versos que me recitas...
De marcha por Place Blanc...
“enciéndeme y altera m...
Mi humilde homenaje a pap...