¿ EL ARTE DEBE SER UTIL?
06 de Abril del 2013 a las 02:45:13 1 Leído (1243)
Os presento aquí un interesante artículo sobre Arte y su "utilidad"
LA UTILIDAD DE LO INÚTIL(I.Sánchez Cámara)
El relativismo, como la defunción del canon estético, acarrea la extinción del arte y elude las “presencias reales” de las que habla George Steiner, esas epifanías del espíritu.
Tal vez por eso entendía Hegel que la misión del arte era intuición sensible de lo absoluto.
Estas cosas inútiles, como la filosofía, la música y la poesía son, en su genial inutilidad,
las que mejor contribuyen a la tarea de la educación del hombre, es decir, a su experiencia de la grandeza.
El arte, como la lógica para Wittgenstein, es el deber para uno mismo. Por algo eran ética y estética, según él, lo mismo. Nada más alejado del arte que la arbitrariedad y el capricho, que la mera autenticidad (condición necesaria, pero no suficiente) y la pura autoexpresión. El artista no debe expresarse a sí mismo, sino intentar expresar la verdad de la belleza. No hay belleza sin honradez. El arte verdadero, no hay otro (lo demás es entretenimiento), parte del mundo de lo sensible, pero siempre nos trae noticias del otro mundo, del trasmundo. Todo arte genuino es metafísico, espiritual. Reflejar o duplicar el mundo no es tarea del artista. Divertir o concitar el aplauso de las mesas puede ser la función del arte popular, esa extrema improbabilidad, pero no la del Arte sin más.
El relativismo, como la defunción del canon estético, acarrea la extinción del arte y elude las “presencias reales” de las que habla George Steiner, como digo, esas epifanías del espíritu.
La oposición entre arte figurativo y abstracto acaso sea estéril o falaz. Lo abstracto puede ser místico y espiritual, pero también arbitrariedad y camelo. Lo figurativo puede consistir en una fatigosa duplicación del mundo, pero también puerta abierta al misterio. Lo que importa es la honradez estética, huir del falso tópico que pretende que la función del arte es la mera expresión de la libre personalidad del artista. El artista no es un hombre libre sino un prisionero, testigo y servidor de la belleza. Por eso preferimos esos creadores que aprecian el valor de ocultarse y de no ser, y que dejan que la realidad, incluso la aparentemente más banal y cotidiana, revele su misterio oculto. Tal vez por eso entendía Hegel que la misión del arte era la intuición sensible de lo Absoluto.
Acaso sea el arte jugo y artificio. Pero, como advirtió Nietzsche, debemos poner en nuestras vidas la seriedad que pone el niño en sus juegos. La obra de arte transita hacia la transcendencia a través de lo intrascendente. No se sustenta en el éxito fácil, efímero y falaz del sufragio universal sino que, como toda obra genial, se basta y se justifica a sí misma. El arte que sólo busca el aplauso fácil y efímero es espurio. A toda gran obra siempre le llega su hora inmortal. Basta esperar. El arte, como la educación según Swift, es la experiencia de la grandeza. El arte verdadero está entretejido con los hilos de la belleza y la honradez, y no transita por los caminos trillados y comerciales de las modas. Su aparente modestia es la mejor prueba de su honradez. Decía Ortega y Gasset que no existe cosa en el orbe por la que no atraviese un nervio divino. Incluso a través de la realidad más sencilla y cotidiana.
Uno de los rasgos de la modernidad decadente es la dictadura de la utilidad, entendida ésta además en el sentido de lo útil o beneficioso para lo material, con exclusión de toda consideración del espíritu. Se diría que la utilidad es la única fuente y medida del valor, cuando es solo un tipo y de los menos elevados. Ante esta apoteosis usurpadora e igualitaria de la utilidad materialista, solo cabe esgrimir la defensa aristocrática y legítima de lo inútil. “¿Para qué sirve la filosofía?” –nos preguntan a veces-. “Para nada” –sentimos ganas de responder – Y precisamente en eso, en su falta de utilidad material radica su grandeza. La misma utilidad que, por ejemplo, una cantata de Bach, un lirio de Van Gogh o un atardecer: ninguna. Ser útil consiste en ser medio o instrumento al servicio de otra cosa, que es lo importante. Lo útil no vive sino bajo estricta subordinación y dependencia. No puede ser autónomo. Su sentido lo recibe de otra cosa, a la que necesita para justificarse. Sólo lo inútil es fin en sí mismo. Y sólo lo que es un fin en sí mismo es digno y grande. Todo lo que vale la pena encuentra en sí mismo su razón de ser. Es, por ello, libre, vive exento de la servidumbre de la utilidad. ¿Tendría sentido preguntar, por ejemplo, para que sirve Dios?
En realidad la cultura genuina es inútil, en este sentido burgués, materialista y moderno de la utilidad. Pero una vez refutada la noción vigente de la utilidad, estamos en condiciones de reconocer la existencia de otro tipo de “utilidad” de naturaleza espiritual. Estas cosas inútiles, como la filosofía, la música y la poesía son, en su genial inutilidad, las que mejor contribuyen a la tarea de la educación del hombre, es decir a su experiencia de la grandeza. “¿Para qué sirve la filosofía? –nos preguntan a veces-.”Para nada. -contestamos- La filosofía no es sierva, es señora”. Pero tampoco conviene confundir la filosofía con todo lo que se enseña en las universidades y de lo que se habla en los congresos. La filosofía es planta rara que sólo crece en algunas cumbres solitarias, inaccesibles para las muchedumbres. Y es que necesariamente han de ser pocos los espíritus volcados a este devoto e inactual culto de lo inútil.
El espíritu no habita donde reina la utilidad mundana. El camino de la utilidad espiritual es poco transitado, con frecuencia solitario. El camino espiritual es la senda de los pocos, la “escondida senda” de fray Luis de León.
El criterio jerárquico de los valores que propone Max Scheler (aunque dejó varias formulaciones) no incluye, aparentemente, a la utilidad.
No existe mayor utilidad que la de aquello que nos salva de la barbarie; en definitiva, de lo que nos salva, la única utilidad útil es la aparente inutilidad de la sabiduría.
(Autor: Ignacio Sánchez Cámara , para la revista Álbum de letras y Artes.
Bibliografía: Apología de lo inútil. Avarigani Editores)