Aquello que llamamos arte
10 de Febrero del 2011 a las 07:06:28 0 Leído (625)
Amigos, les comparto una fragmento de una de las últimas entradas de mi blog: Resistencia Realista.
Me pareció interesante este artículo aparecido en la revista Ñ, del 29 de enero de 2011, sobre todo para los que creemos que el arte es el resultado del trabajo serio y del talento reflexivo. Ante una obra incomprensible el espectador nunca debe preguntarse qué quizo decir el artista. La comunión entre la obra y el espectador debe ser inmediata y sin intermediarios. Es por eso que defendemos a la pintura realista y bregamos por su renacimiento. El espectador es nuestro aliado y no pretendemos agredirlo.
El artículo, en cuestión, fue escrito por José Fernández Vega y se refiere al libro de Marc Jimenez, “La querella del arte contemporáneo”, y dice más o menos así:
“La cuestión del arte contemporáneo se plantea desde hace un siglo y se agudiza con cada inauguración, subasta o escándalo, sostiene Marc Jimenez. Su libro interpela parejamente a artistas, crítica, teoría, público y mercado.
En qué momento se jodió el arte contemporáneo? ¿Fue acaso en 1917, cuando Marcel Duchamp, sospechoso habitual, compró un urinario en un comercio, lo firmó con seudónimo y lo emplazó en una muestra convencional? ¿O con los delirios que Dada organizaba durante la Gran Guerra? ¿Tuvo lugar en su mismo origen, con los primeros cubistas? ¿Ocurrió mucho después, con las extravagancias de los años sesenta? Los ejemplos podrían multiplicarse al infinito. ¿Sería mejor, entonces, si en lugar de indagar a los artistas acusáramos a Hegel, a Nueva York, a Guido Di Tella? ¿Serán responsables los alcaldes porque advirtieron que una bienal improvisada o una modesta colección dentro de un edificio de gran diseño, podían volverse rentables atracciones turísticas? ¿Sería más justo apuntar contra esos magnates que, en busca de prestigio y bohemia, pagan fortunas de su dinero negro azuzando la obscena estampida de precios? La Gran Obra de Arte, o su nostalgia, parece representar la última figura de autoridad todavía popular en una cultura donde todas las instituciones muestran heridas abiertas y las antiguas certezas se evaporan. El arte contemporáneo no ofrece, como en el pasado, obras maestras inmediatamente accesibles a todo público, de las cuales el entendido admiraba unos aspectos, otros el observador lego, y ambos quedaban reconfortados por igual.
De:
http://www.resistenciarealista.blogspot.com/
Nota completa:
http://www.revistaenie.clarin.com/ideas/filosofia/indefinido-llamamos-arte_0_417558254.html