Nace en un recóndito lugar de Murcia, tan recóndito y olvidado que apenas trasluce toponimia alguna. Campos del Río.
Lugar tan reseco y hostigado por el sol que no hay cárcavas donde debiera haberlas sino heridas y el pino se llama aquí tápena y chumbo.
Se cría bajo una religiosidad sin concesiones que no sean las propias de la comunión y el palio.
Contemporiza ahora con una época de banderías y banderas que adopta caminos no del todo compatibles con Lorena ni con el etéreo paisaje de La Mona.
Y entre tanto aquí escribiendo ya con una casi esbozada biografía y un pañuelo ya puesto en la maleta.