Ronald Guillén escucha a Joaquín Sabin
01 de Julio del 2008 a las 19:17:26 0 Leído (487)
Ronald Guillén escucha a Joaquín Sabina
Por Alfonso del Rosario
editorweb@radioangulo.icrt.cu
El artista plástico holguinero expone Fin de la Utopía en la Galería Fausto de la UNEAC.
Y para B.C.M. que se sabe la historia
"Y se iría el dolor mucho mas lejos
si no estuvieras dentro de mi alma,
si no te parecieras al fantasma
que vive en los espejos".
Sabina. Incluso en estos tiempos
Uno de los textos más bellos que se hayan escrito jamás sobre el arte amatorio fue firmado por John Donne y de seguro también cabría en un cuadro de Ronald Guillén. El pintor está por estos días mostrándonos aquellos aposentos ¿privados? por donde deambula su ánima creadora.
"…¿qué mejor manta / para tu desnudez, que yo, desnudo?", pareciera que susurrara el inglés a nuestro pintor para que este lo transmitiera con sus carbones y grafitos en Fin de la Utopía, exposición personal que estará abierta al público por espacio de un mes en la Galería Fausto, de la sede provincial de la Unión Nacional de Escritores y Artistas Cubanos (UNEAC).
Y a través de estos 26 estudios Guillén se adentra en el cada vez más exiguo mundo de la experimentación, del cuestionamiento estético, siempre desde el ángulo erótico, intimista. Asidero permitido en tiempos en que tantos apuestan por el hedonismo, y los consiguientes fundamentos que trae aparejado el imponente mercado del arte.
La mayor complacencia de Guillén es consigo mismo, cada trazo podría llevar un acorde del cantautor español, con sus pesadillas y sueños. Cabalmente detalla su mundo ideológico, más que regodearse de colores y lugares comunes. Aquí habita su campo de batalla, aquí están sus utópicos sueños y pesadillas, aquí se remarcan los límites de su carácter de transformador de la realidad.
No en vano la exposición pasea por entre los utópicos conceptos del erotismo del autor, siempre asociados a los símbolos propios de la identidad, sobre todo el uso de los colores azul y rojo, los cuales también tienen que ver con esos lugares donde descansamos nuestras esperanzas.
Como quiera que Ronald ha transitado desde el dibujo, la pintura, el grabado y ha evolucionado hasta formas relacionadas con el diseño gráfico, ahora asume su discurso desde una multilateralidad de axiomas, los cuales forman parte de su filosofía conceptual.
Es por ello que, aunque Ronald esté buscando su autocomplacencia para exorcizar esos demonios que nos corrompen el alma, también subrayaría con Sabina aquello de que: "no hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás existió". Lo etéreo, lo inasible forma parte de las tormentas humanas. Guillén disfruta de la retroalimentación que sólo el público puede ofrecer. Su obra no es total: la completamos con nuestra mirada.
Ese quizá sea uno de los puntos pendientes a la hora de definir el arte que se está gestando en Holguín por estos tiempos: su interrelación con los discursos mediáticos como lo hace Ronald a través de La ballesta olvidada (recordemos a Dagoberto Driggs, a Rubén Hechavarría, o desde su primitivismo a Julio Breff).
Como también tenemos una deuda con aquellos salones que en los ochenta imitaron, en el sentido ecuménico del término, las propuestas que desde el oeste soplaban hacia nuestro valle holguinero.
Eran tiempos en que lo performático, unido a las instalaciones y los discursos de interrelación con el público, costaban no pocas horas de visitas a galerías.
Y como no quisiera dedicar tantas palabras al mercado artístico que lleva lo mejor de nuestras ideas hacia las arenas de la costa y allí alza vuelo, mejor concentrémonos en lo particular y meritorio de que un artista como Ronald Guillén sepa conjugar esas piezas que alguna vez mi pintor preferido llamara "por la comida", con ese inalienable derecho de trascender, desde la idea grata, desde las entrañas, sean materiales o utópicas.
Preferiría continuar deambulando por los pasillos de la galería Fausto, con música de Joaquín Sabina de fondo, para que lo utópico invada nuestra circunstancia y al fin quedemos desnudos, y soñando que nuestro cuerpo es mentira.
Mirador Cultural/ Lunes 09/06/08