Molinos. Teruel.
16 de Septiembre del 2010 a las 18:31:26 0 Leído (502)
Entrar a contemplar las llamadas Grutas de Cristal de Molinos (Teruel), estalactitas, estalagmitas, columnas, cascadas, un centímetro cada cien años, ligeras y pronunciadas pendientes te muestran un camino, camino guiado en el que a su vez, cada persona actúa como único descubridor. Sorprendido por la acción de la naturaleza que ha creado tal belleza, tantos rincones para contemplar y fluir en su interior. Una tarta de novios, la piel hispánica e incluso un huevo frito sustraído, identificaciones mentales en la búsqueda común del figurativo dentro de ese cuadro abstracto. Es la sorpresa de encontrar algo que identifica nuestra mente dentro de ese mundo desconocido y que a su vez, como se suele decir, hace que los árboles impidan ver el bosque. Forma parte del juego. Sigo dejándome fluir por sus calles sin juzgar, observando silencioso esos paseos del viento, esa acción sin más de la madre tierra, la cual no ha puesto ningún nombre que denomine tal paraje, ni ningún otro. Creación sin más, ante mis ojos. Y es el camino excavado en la roca para abrir paso al espectador, la rotura de parte de la creación, el que asimilo a la cicatriz que produce la firma del artista en la obra y a esa “tarta de novios” que cita el guía, la que asimilo al efecto que produce el título en un cuadro abstracto creado con el propósito del diálogo entre la obra y el mundo interior del artista, título que hace actuar a la mente en la búsqueda del novio, la novia o del párroco, sin dejarte saborear la ceremonia en sí.
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