Ilustración infantil y pedagogía
20 de Enero del 2010 a las 11:33:57 0 Leído (851)
La libertad de creación y expresión de cualquier artista es indiscutible. Luego vienen las consideraciones éticas acerca de la función de la producción artística. El objetivo de la ilustración infantil es crear un universo visual entorno a un texto que, o bien está escrito por otro autor, o por el propio ilustrador. No cabe duda de que los primeros años de la infancia son cruciales para el desarrollo del ser humano en todas sus facetas. Es en esta etapa, en donde se bombardea al niño con infinidad de cuentos, imágenes televisivas, juegos digitales etc.
Antaño, o mejor dicho históricamente, el cuento, además de entretener, era un medio para introducir al niño en el universo de los valores, la reflexión y la comprensión del mundo que le rodeaba. De ahí la moraleja que se desprendía de casi todos ellos.Hoy en día la cuestión ha cambiado sensiblemente. Si nos paseamos por una librería y hojeamos la infinidad de productos literarios destinados a los niños observamos, salvo raras excepciones, que los anaqueles están llenos de cuentos e historias absurdas e incoherentes, atractivas para la vista, pero vacías de un contenido mínimo que deje en los lectores un regusto por su lectura.
En algunos casos puro alarde técnico-pictórico por parte del ilustrador, algunos de gran belleza, que no dudamos, y en otros, textos incombustibles que ni siquiera los adultos comprendemos pero que se suponen muy rentables para las editoriales.
Ya he mencionado en alguna ocasión que las derivas de la actividad ilustradora han llevado a certámenes, en los que soslayando el objetivo básico del que he hablado, se han convertido en estupendas muestras de creatividad, originalidad y alarde técnico innegables. Pero una cosa es la investigación creadora, cuestión que no debemos abandonar nunca, y otra, nuestra responsabilidad como transmisores de universos y conceptos a una población infantil que está formándose en ellos.
Creatividad sí, técnica también, pero además y sobre todo, compromiso con las nuevas generaciones. No se trata de convertirnos en moralistas y doctrinarios, pero cuando se está hablando en todos los foros internacionales sobre los males del planeta, no vendría mal una dosis de reflexión y generosidad, poniendo nuestras facultades al servicio de la creación de un mundo mejor.
La conjugación de estos tres aspectos, palabra, imagen, y contenido, es un reto para el ilustrador. El lenguaje infantil es llano, simple, directo. Hacer además un arte de esto supone una aventura para el creador, de dimensiones insospechadas.
Mucho se está hablando ahora del libro digital frente al clásico. ¿Morirá la impresión en papel y con ella la ilustración clásica?
Otra cuestión a tener en cuenta es el nivel de información visual que tienen los niños de hoy. Juegos en 3D, películas y personajes estereotipados de factura made in USA, etc. ¿Podremos ser visibles con otras alternativas visuales? Ver no es una facultad mecánica que nos viene dada en nuestro paquete genético. A “ver”, se aprende. Últimamente el ámbito de la ilustración está contaminada por los prototipos de las grandes multinacionales que están configurando un modo determinado de entender las imágenes. Frente a esto, la ilustración creativa está inmersa en un maremagnum que a veces da como resultado soluciones que reflejan la propia confusión de esa iconosfera.
Queda mucho por reflexionar y por observar cómo evolucionan los acontecimientos. Mientras tanto, se está librando una batalla, la de David contra Goliat.