UN ROSTRO, TODOS LOS ROSTROS… Y LA BÚSQUEDA DEL COLOR
08 de Mayo del 2011 a las 11:24:21 0 Leído (763)
A PROPÓSITO DE KYRIUS, ROSTROS DE UN ADALID
No obstante inscribirse su obra bajo la tendencia surrealista, Jesús Alberto Arbeláez Arce, JALAR, no se ha ligado definitiva o exclusivamente a ella, por una sencilla razón: su propia introspección, paralela a su mirada del mundo y de la vida bajo el común denominador de una profunda sensibilidad, no le ha permitido –ni le ha interesado– desligarse de los problemas –y búsqueda de soluciones– que en su trayectoria le han planteado tanto la realidad social (su pueblo, la provincia, el orbe) como su trabajo pictórico. Ello explica, por ejemplo, la naturaleza de sus exposiciones anteriores; algunas, de carácter temático (Más allá de la madera, Resplandores…), y otras, generales y comprehensivas de su multifacética expresión (Fragmentos…), tanto en eventos de carácter individual como colectivo. Y también explica o hace comprensible su actitud, especialmente reflejada en el conjunto de su obra, en la que (aun siendo capaz de plasmar, con creces –en el lienzo o en la madera o hasta en inverosímiles materiales que a veces encuentra en su camino–, la belleza de los objetos o los detalles cotidianos) sobresale su inconformidad, su rebeldía, su grito, que en realidad es el grito y el clamor de una humanidad compuesta por millones de seres que tienen –tenemos– tanto en común. El dolor, la estupefacción que no podemos soslayar, el amor mismo y antes y después la belleza que proporciona esperanza, permean aquellos materiales que, con su paleta, sus pinceles y sus espátulas, JALAR va convirtiendo en arte. Pero, insisto, el desgarramiento, el desarraigo, el estremecimiento constante y el estado absorto ante la degradación e indecencia de esa especie que se ha autoproclamado la reina y heredera de la tierra, ¡a más de la zona rosa –si se me permite el término– de su trabajo pictórico, por supuesto!, pueblan la obra de JALAR, como presencias hieráticas, inamovibles e inconmovibles al lado de todas las formas de oprobio, como relámpagos kafkianos que hieren las entrañas, como efusiones sanguinolentas de cuerpos que jamás se terminan de contar mientras víctimas y victimarios enceguecen ante extraños resplandores: aquí el rojo jalariano se funde con el amarillo de su eterna experimentación, y, mientras nos regala su mensaje, continúa deleitándose, con alegría sin límites y con dolor inefable, en lo que ha constituido una de sus mayores pasiones: la búsqueda del color.
De su contacto, pues, con estas realidades, a las que no puede ser ajeno, JALAR ha extraído un material inagotable en el que también, con la misma fuerza de su protesta, se vislumbra y finalmente se hace nítida su convicción de otras verdades más amables y superiores, más humanamente esperanzadoras, un sol que a todos nos alumbra, un Ser que es superior y unos humanos que, más que encontrarse por encima del bien y del mal, casi lo personifican, encarnándolo con la plena convicción y conciencia de sus limitaciones, sin pusilanimidad y haciendo frente a aquel oprobio:
Feliz coincidencia, hablando ahora de JALAR, la de que el arte de la pintura, en sus orígenes, estuvo, más que ligado, supeditado al sentimiento –y al interés– religioso. Sabemos lo que significa Jesucristo para el mundo cristiano, y también sabemos de su importancia en otras religiones; su mensaje de amor y también de rebeldía ante la injusticia, así como el significado de su Presencia, cuyo espejo encuentra en otros hombres que han marcado la historia de la humanidad, interesan, profundamente, a JALAR: ésta es la razón del nombre Kyrius o Kyrios, término de origen griego que significa Señor, y que en la lengua clásica griega se usaba tanto con sentido profano (literal y figurado) como religioso (referido a los dioses, especialmente Zeus). Pero también Kyrios es el título honorífico, que expresa dignidad y autoridad, cuyo destinatario mayor es Cristo resucitado para proclamar su gloria y su soberanía sobre la historia humana y sobre todo el cosmos, lo que ha llevado a JALAR a bautizar así al conjunto de sus últimas obras. En sentido religioso y auténticamente teológico, Kyrios se refiere entonces a Jesús exaltado, Señor de La Iglesia y de la Historia, que algún día vendrá a llevar a cumplimiento su venida a este mundo.
La vida de Jesús, el Hijo de Dios, o Dios mismo asumiendo una naturaleza humana, entre los límites que ésta imponía –su dolor, su sacrificio– y el hecho de su resurrección, inspiran a JALAR –sin pretender añadir un microcapítulo a la cristología– para hacer esta propuesta a través de la re-creación de un rostro que es, a la vez, muchos rostros, quizás todos los rostros: el de Mahatma Gandhi, el de Teresa de Calcuta, el de Jorge Eliécer Gaitán, el del Che, el de Abraham Lincoln, el de Martin Luther King, en fin, los rostros de quienes, quizá también como muchos seres cuyas vidas transcurren en el ostracismo, luchan contra esas mentiras entronizadas como verdades últimas e inamovibles aunque degraden y no permitan descubrir, a quienes aún no logran develarlas, el supremo valor de la Dignidad y la Libertad.
Javier Hernando Rodríguez R.
Debes registrar-te
Si ya estás registrado como usuario en artistasdelatierra.com accede a tu cuenta, gracias