La preocupación constante, persistente, de un amplio sector de artistas latinoamericanos por alcanzar códigos visuales eficaces que comprendan, revelen y comuniquen la mádula cultural del continente ha llevado al desarrollo de muchas opciones y también a verdaderas batallas por la sinceridad de las mismas.
Sumergidos también en la consuetudinaria dicotomía de figuració/no-figuración, la influencia de la cultura europes que dominó a las autóctonas desencadenando un meztisaje más o menos aceptado según las pautas de sus cultores, fue factor determinante para que surgieran productos hetereogéneos y a la vez sintetizadores de las conciencias profundas, de los sistemas visuales que significan en realidad sistemas de comprensión.
Abiertamente enrolado en esta corriente de búsqueda raigal, Hugo Alegre ha transitado pasos que van desde una mirada amable, complaciente y amorosa hacia el campesino de hoy con su color y su penuria, su vida sencilla y su aparente pasmo hasta esta propuesta actual donde su ambición conlleva audacia y su planteo lucha con encontradas fuerzas de asociación.
A aquellas primeras imágenes casi bucólicas donde sin embargo se notaba la búsqueda de un ritmo interior de ligazón ancestral y contemporaneidad, ha sucedido la presencia de una idea que analiza y disecciona, con audacia y ambición vigorosa las razones profundas, primigenias del ser y su vivencia.
A los vistosos atuendos han sucedido los cuerpos desnudos, esquemáticos, orgullosos de su sexo y su erotismo.
La pareja humana protagoniza su soledad, su vivencia y su pasión en figuras esquemáticas y casi escultóricas, resueltas sobre secciones de plano de colorido intenso y seguro.
Rodeada de símbolos que van desde ese perro-chacal feroz y atento al ataque hasta la aparente inocencia significativa del friso geométrico, toda la obra se resuelve en un continuum ajeno a lo estático, dispuesto a una presencia rotunda, casi insolente en su afán expositivo y cargada de contenidos que se quieren expresión de orígenes.
Obra en proceso y a veces atrapada por ese regusto barroco que surge de la inclusión de elementos brindados por una riqueza disponible en el repertorio heredado, la de Alegre aparece como un interesante y notable esfuerzo de expresión auténtica.
Mezcla de amor y rechazo, no son más que parte de un mozaico personal, una visión de vocación profunda sobre la condición humana universal en un ámbito donde la magia, naturalez y fervor se conjugan a través de colores propios.
Lima, junio 1994
ELIDA ROMAN