FELIPE GUTIÉRREZ
Nacido en Córdoba el 04 de enero de 1980
La publicidad y la variada información visual presentes en la ciudad documentan parte de la era de la imagen en que vivimos.
Uno de los no lugares habituales en la urbe es el muro, puerta o valla de obra, donde los carteles publicitarios de todo tipo se agolpan como abejas y se superponen como sedimentos efímeros de cultura. Cada anuncio posee nombres propios y mensajes directos de cara a la venta de algo; pero el exceso, el amontonamiento y el rápido deterioro de papeles y colores, producen que el sitio donde se hallan sea transformado en un retablo del anonimato. Felipe Gutiérrez Díaz registra ese no lugar metódicamente con la cámara fotográfica. Así, lo recodifica subjetivamente ofreciéndonos un lugar representacional en la sala de exposición.
Parcelando el marasmo de carteles en un muro, o bien componiendo con vestigios figurativos de los mismos, Felipe crea imágenes pseudocríticas de nuestro consumismo actual: “el ermitaño suspicaz mira a la calle empapelada desde el balcón con macetas y sin banderas”.
Felipe Gutiérrez toma el pulso al espacio público de diversas maneras. Entre otras, practica el registro selectivo de mensajes efímeros presentes en las calles, comercios, etc. O bien, recompone imágenes personales a partir de esos retablos del anonimato, encontrados y analizados fotográficamente.
El azar es un concepto que ha jugado un papel importantísimo en el arte durante todo el siglo XX, y sigue jugándolo en nuestros días. Concretamente, “lo encontrado” es una materia prima interesante con la que Felipe trabaja visualmente. Me refiero de nuevo al muro saturado de carteles que se revela como doble cadáver exquisito: primero, muchas personas van poniendo su información sin voluntad artística (kunstwollen), sino anunciadora, sobre la de los demás, y en poco tiempo otras personas pondrán otros carteles, recortes, y así sucesivamente. Ninguna imagen perdura, todo se tapa, es velado o se pierde. Tras este anónimo y azaroso “cadáver”, Felipe actúa como un demiurgo estético, y registrando, seleccionando y componiendo, nos puede mostrar una obra individual y colectiva a la vez, es el “cadáver exquisito” creado entre la ciudad y él.
Si usamos la palabra expresionismo en el sentido de la necesidad de expresar fuertemente algo, es indudable también el valor expresionista de la obra de Felipe.
Leonor Nazaré escribe lo siguiente para la retrospectiva itinerante de la obra del fotógrafo estadounidense Aaron Siskind (“La superficie al detalle”):
La lógica pictórica de las capas sucesivas, de la transparencia u opacidad, la apertura de ventanas a lo que queda detrás, de la ocupación del espacio de la imagen en función de su centro, de sus márgenes, de sus ángulos y diagonales impregna las elecciones del fotógrafo que ve lo que aísla con la mirada entrenada de quien ve pintura abstracta, de quien es sensible al ritmo, a la cadencia y a la suspensión musical, de quien ha leído y ha escrito poesía.
Felipe Gutiérrez “ha pintado con pintura” de manera expresionista y abstracta en los últimos años. Esta mirada le ha llevado a reparar en las figuraciones abstraídas que se dan en la calle, ya aludidas, en las que los colores son físicos y las veladuras y decoloraciones fruto de la acción de los fenómenos atmosféricos y el paso del tiempo en la intemperie.
Esta mano expresionista y el ojo público del que hablamos hacen que, este jovencísimo artista cordobés, se nos presente como una especie de diplomático del conflicto visual actual.
Antonio R. Sánchez.
Licenciado en Historia del Arte