Biografia
José Antonio Gómez del Pulgar, la esencia de la Materia.
Decía Empédocles que todo estaba formado por cuatro elementos: tierra, aire, agua y fuego. De su fecundo maridaje surgía la materia, madre de todas las cosas. Y es precisamente la materia la protagonista de las obras de José Antonio Gómez del Pulgar. Son las cualidades de la materia orgánica e inorgánica (tierra, hierro, madera o tela) las que están continuamente presentes con su aspecto táctil, combinando superficies rugosas o pulidas, jugando con los volúmenes. Y todo ello impregnado por los colores de la naturaleza: una amplia gama de ocres terrosos, un variado espectro de tonos rojizos crepusculares o una gran variedad de azules marinos.
Materia sí, pero materia sujeta al tiempo, que envejece, que adquiere nuevos matices. El autor, aprovechando sus conociemientos en el terreno de la fundición e inspirándose en el campo y en sus aspectos rudimentarios, consigue, mediante técnicas modernas, hacer palpable la huella del paso del tiempo, que deja su impronta en la naturaleza y en los materiales creados por el hombre. Nada escapa al paso inexorable del tiempo. Ya sea un árbol o un objeto creado por el hombre, todo queda subsumido, pero también transfigurado por el tiempo, adquiriendo nuevos matices y hasta un nuevo plano de existencia.
En el estilo de Gómez del Pulgar lo figurativo no está reñido con lo abstracto, pero no se trata de una abstracción conceptual, sino que es producto de la observación de lo cotidiano, del descubrimiento de formas abstractas que pasan a ocupar en la obra del autor un primer plano. Una grieta en un vetusto caserón rural, la particular disposición de unas viejas llaves colgadas o las formas caprichosas que puede adquirir la tierra pueden sorprendernos por su capacidad de evocar la abstracción. Y el autor, mediante su aguda capacidad de observación, lo recrea en primer plano, mostrando un aspecto de la realidad inédito o un matiz inesperado.
En muchas de sus obras, a medio camino entre escultura y pintura, el autor nos sorprende. Y aprovechando lo que el hombre ha abandonado, reciclándolo, lo renueva y lo ennoblece. En definitiva, el autor recrea, infundiendo nueva vida. Funde lo orgánico y lo inorgánico, los ensambla en una nueva unidad que pretende remontarse al origen, a lo esencial. Es como si quisiera que todo objeto regresara al estado primigenio de la materia, y de hecho, cuando contemplamos su obra, sentimos muy cerca la esencia de la materia. En cierto modo se trata de un proceso de alquimia en el que todo puede ser objeto de una transformación, cuyo resultado final es la materia en su estado más puro, materia transfigurada. En definitiva, la obra de Gómez del Pulgar es un viaje a la esencia a través de la materia.
Miguel Ángel López Díaz
Decía Empédocles que todo estaba formado por cuatro elementos: tierra, aire, agua y fuego. De su fecundo maridaje surgía la materia, madre de todas las cosas. Y es precisamente la materia la protagonista de las obras de José Antonio Gómez del Pulgar. Son las cualidades de la materia orgánica e inorgánica (tierra, hierro, madera o tela) las que están continuamente presentes con su aspecto táctil, combinando superficies rugosas o pulidas, jugando con los volúmenes. Y todo ello impregnado por los colores de la naturaleza: una amplia gama de ocres terrosos, un variado espectro de tonos rojizos crepusculares o una gran variedad de azules marinos.
Materia sí, pero materia sujeta al tiempo, que envejece, que adquiere nuevos matices. El autor, aprovechando sus conociemientos en el terreno de la fundición e inspirándose en el campo y en sus aspectos rudimentarios, consigue, mediante técnicas modernas, hacer palpable la huella del paso del tiempo, que deja su impronta en la naturaleza y en los materiales creados por el hombre. Nada escapa al paso inexorable del tiempo. Ya sea un árbol o un objeto creado por el hombre, todo queda subsumido, pero también transfigurado por el tiempo, adquiriendo nuevos matices y hasta un nuevo plano de existencia.
En el estilo de Gómez del Pulgar lo figurativo no está reñido con lo abstracto, pero no se trata de una abstracción conceptual, sino que es producto de la observación de lo cotidiano, del descubrimiento de formas abstractas que pasan a ocupar en la obra del autor un primer plano. Una grieta en un vetusto caserón rural, la particular disposición de unas viejas llaves colgadas o las formas caprichosas que puede adquirir la tierra pueden sorprendernos por su capacidad de evocar la abstracción. Y el autor, mediante su aguda capacidad de observación, lo recrea en primer plano, mostrando un aspecto de la realidad inédito o un matiz inesperado.
En muchas de sus obras, a medio camino entre escultura y pintura, el autor nos sorprende. Y aprovechando lo que el hombre ha abandonado, reciclándolo, lo renueva y lo ennoblece. En definitiva, el autor recrea, infundiendo nueva vida. Funde lo orgánico y lo inorgánico, los ensambla en una nueva unidad que pretende remontarse al origen, a lo esencial. Es como si quisiera que todo objeto regresara al estado primigenio de la materia, y de hecho, cuando contemplamos su obra, sentimos muy cerca la esencia de la materia. En cierto modo se trata de un proceso de alquimia en el que todo puede ser objeto de una transformación, cuyo resultado final es la materia en su estado más puro, materia transfigurada. En definitiva, la obra de Gómez del Pulgar es un viaje a la esencia a través de la materia.
Miguel Ángel López Díaz